Y aprovechando esta foto del bar Tío Redondo (en la calle de la Ruda, junto al Rastro) os dejo con los otros cuatro finalistas.
GULA
Paco's oil
Carmen Sánchez Carnero
Había trocitos de Paco en todas partes, en los huevos mal fritos de los universitarios, en el cocido de las abuelas, en el bocata de calamares de ese bar de Malasaña y en el pollo a la Pantoja de la vecina. A Paco, como era de esperar, un día le explotó el corazón a causa de la gula, pero más del colesterol. Su pasión, la comida española. En su testamento, daba la orden de construir una empresa de aceite de oliva en Sevilla, que llevara su nombre. De esta manera, Paco sigue sin perderse ni una de sus comidas favoritas.
IRA
Ira o irá
Nada Marrazzo
¿¡Ira!?- gritó el maestro proyectando gotitas de saliva sobre los primeros bancos.-La tercera futura del verbo "ir" es también aguda, Pérez. ¡A la pizarra y escriba "irá" veinte veces! Un chaval enjuto y grisáceo, avanzó bajo la burla silente de sus compañeros, arrastrando pasos envueltos en zapatos que se habían despedido hace mucho del brillo de las vitrinas y, llegado a la pizarra, empezó a lloriquear mientras que con dedos temblorosos trazaba una larga columna de "I-R-Á". A sus espaldas, el maestro, a grandes zancadas, parecía esperar la ocasión para quitar la tilde de cada uno de ellos.
SOBERBIA
La fotocopiadora
Adrián Pino Olivera
Cruzo el pasillo de la oficina y me dirijo a la fotocopiadora. Abro la tapa. Coloco mi cara sobre el cristal. Cierro la tapa. Pulso el botón verde. La luz cruza el cristal y me deslumbra. Una mancha negra se queda en mi retina. Escucho la hoja salir del interior de la máquina. Una reproducción exacta de mi rostro. Pulso otra vez el botón verde. La luz me deslumbra de nuevo y la mancha negra se hace más grande. Tras haber hecho 500 fotocopias, la luz me deja ciego. Ciego de soberbia. Y con 500 folios de mi mismo.
TODOS LOS PECADOS
Siete pecados en uno
Diana Sanpedro Sánchez
Me envuelve, me aprisiona en un dulce descanso. Mi cuerpo permanece laxo, indolente. El sonido de mi despertador trata de nuevo de molestarme, mas no lo escucho; con la almohada sobre mi cabeza encuentro cobijo, escondite a su persecución estridente. He dormido bien, sin embargo quiero más. Más instantes para disfrutar entre sábanas sedosas la lujuria que siento. Gula de más sueños dulces. Envidia de quienes no poseen verdugo sonoro. Avaricia de todo el tiempo a mi conveniencia. Ira contra las normas que establece mi horario laboral. Soberbia por creerme por encima de ellas. Y lo llaman pereza sin embargo.