Era 21 de julio de 1811, y ese día en Madrid el calor ya empezaba a apretar. El cuerpo sin vida de Francisco López Ballesteros era acompañado por las lágrimas y llantos de sus familiares hasta el lugar donde se le daría el descanso eterno. El lugar elegido para "vivir" toda su muerte no podía tener un nombre más rimbombante: era el camposanto de la
Archicofradía del Santísimo Sacramento, San Isidro Labrador y Ánimas del Purgatorio, de las
iglesias parroquiales de San Pedro y San Andrés, hoy conocido como Sacramental de San Isidro.
Aparte de la curiosidad del nombre del Cementerio, esta noticia no tendría mayor importancia, sino fuera porque Francisco tuvo el "privilegio" de ser el primer enterrado en un cementerio en Madrid ya que hasta ese momento se tenía la costumbre de enterrar a los muertos dentro o junto a las iglesias (la foto con la que finaliza esta entrada no es mía sino que está tomada del blog de la asociación Pervive)
Qué curioso! Su nombre pasó a la "eternidad" Un beso
ResponderEliminarInteresante documento...
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