viernes, 27 de febrero de 2009

El Nuevo Vaticano

Hoy, viernes 27 de febrero, el pleno del Ayuntamiento dará el definitivo visto buena al denominado Plan Parcial de Reforma Interior de la Cornisa del río Manzanares, por el cual el Arzobispado lde Madrid construirá cinco edificios en el Parque de la Cornisa, fachada histórica de Madrid durante siglos.

Si no conoces en qué consiste exactamente este proyecto te dejo un par de enlaces para que te pongas al día: El País, La Razón. Si quieres ver la noticia desde otro punto de vista, a continuación transcribo una carta que apareció publicada por una vecina del barrio, en el periódico gratuito 20 minutos (edición Madrid).

Después de leer los artículos y la carta, me gustaría saber cuál es tu opinión sobre todo esto (con esta entrada doy comienzo a una nueva sección denominada Cartas al Director).

A punto de cargarse el parque de la Cornisa.
Marta (lunes 23-febrero-2009)

Hace años corría un rumor por el barrio de La Latina, querían destruir nuestro parque de la Cornisa. Los jóvenes no prestábamos mucha atención y dejamos a los mayores intentar solucionarlo. Hubo varias manifestaciones. Hoy he visto que el parque de la Cornisa tendrá una "miniciudad del Vaticano"; me he quedado de piedra.

Según la noticia, el parque de la Cornisa va a ser destruido; el Ayuntamiento autorizó el día 18 las obrasen las que la iglesia de San Francisco levantará cinco edificios en nuestra única zona verde del barrio. Ahora los jóvenes solemos parar en este parque los fines de semana, y en verano estamos casi todos los días por las tardes y pasamos un buen rato reunidos, jugando y divirtiéndonos, en la única zona verde del barrio (ya que no tenemos lugares para reunirnos, porque las plazas del barrio están ocupadas por adultos y constantes botellones).

Nuestro parque es el único lugar de diversión que se puede encontrar sin tener que desplazarnos mucho de nuestras casas. Esta operación de quitar esta zona verde comenzó hace una década, pero ahora sólo falta un trámite (aprobación en pleno el 27) para que el Arzobispado empiece a construir. Están a punto de cargárselo totalmente, si lo quitan, se quedaría un barrio sólo con bares y más bares, sin parque, sin piscina, sin centro de jóvenes y sin ningún punto de reunión para sus habitantes.

miércoles, 25 de febrero de 2009

La Colonia de la Prensa

Un doce de enero de 1913 Alfonso XIII colocaba la primera piedra de lo que por entonces constituía en España la primera ciudad de los periodistas. Pionera en lo que se refiere a construcciones basadas en régimen de cooperativas, esta colonia debe su origen a la necesidad de urbanizar los terrenos existentes entre los dos Carabancheles, el Alto y el Bajo.

En aquellos años Carabanchel era un pueblo que aún no se había anexionado a Madrid (lo hizo en abril de 1948), y servía como zona de descanso para todas aquellas familias acomodadas que estaban saturadas del bullicio de la capital y necesitaban cambiar de aires. Construida por el arquitecto López Blanco, a iniciativa de un grupo de periodistas autodenominado "Los cincuenta", la Colonia estaba formada por chalés con jardín con un toque modernista, construidos cada uno de ellos a gusto de los propietarios.

A nuestros días sólo han llegado algunas de estas edificaciones, y así entre las calles Época, El Siglo Futuro y Diario la Nación, tres periódicos de entonces, aún puedes descubrir numerosos detalles que te permiten hacerte una idea de como fue este lugar en sus momentos de esplendor. De todos ellos sobresale el arco de la puerta de entrada a la Colonia. Allí entre dos construcciones similares a las garitas de los cuarteles, una vistosa marquesina nos indica el nombre de la Colonia.

El que no haya llegada de forma íntegra a nuestros días se debe principalmente a que Carabanchel durante la Guerra Civil fue uno de los frentes más activos, por lo que las bombas y obuses hicieron mella en muchas de las edificaciones existentes.

A esto hay que sumarle que durante las décadas de los cincuenta y sesenta, la capital experimentó un gran crecimiento poblacional lo que provocó que se derribaran algunas de los chalés que a duras penas sobrevivían, y se construyeran en esos terrenos los tradicionales, y menos vistosos, bloques de viviendas.

Aunque en la década de los ochenta se rehabilitaron algunas de las construcciones antiguas, esta zona ya nunca ha recobrado la pujanza que tuvo antaño aunque continúa siendo un lugar en el que se respira tranquilidad. Parece como si el arco de entrada hiciera de muro de contención al trajín cotidiano de Madrid que está representado por las vecinas calles de Eugenia de Montijo y Avenida de los Poblados en las que los coches, los atascos y los ruidos son el pan nuestro de cada día.

lunes, 23 de febrero de 2009

Con un par de alas

Hoy, una vez más, cedo este espacio para mostraros otra de vuestras historias. En esta ocasión aterriza por aquí, con un par de alas, un relato de Yaves, autora del blog "Apago el Sol". Se trata de una artista polifacética amante de la la pintura, la música y sobre todo de la fotografía. Ella es la responsable de la foto que aparece en la portada de la novela erótica "Amándome", recientemente publicada.

Me imagino que por fin hoy voy a conocerte después de tanto tiempo y camino bajo la lluvia hasta la boca de metro más próxima.
Nunca me pareció más larga la espera de un tren.

Notaré la falta de aire bajo tierra cómo una lombriz ciega.
Cada paso me acerca más a ti, reduciendo la distancia física entre los dos.
Los latidos latigazos que me martillean la sien.

Temo no ser esa persona que buscas, no poder dormir nunca entre tus brazos, sin conocer el olor que guarda el cuello de tu chaqueta, que el recuerdo te cierre a nuevas memorias y que Madrid me vuelva a parecer un cementerio de almas vacías.
Todo lleno de gente ausente y sin corazón.

Los portales me parecerán cada uno un nicho con su propia numeración y las calles arterias cardiovasculares que nos separan.
Mis nervios brincarán dentro de mi pecho queriendo salir, para recordarme que no soy nada.

Pero para ti querría serlo todo y estar más de la mitad del tiempo metida en tu cabeza, al igual que tu estás ya solarizando la mía.
Aunque suene a locura, el mundo me parece más bueno desde que sé que fuera, en algún lugar respiras tú.

Escucharé tu voz en dolby surround y tu imagen en movimiento me parecerá el mejor cine que haya visto jamás salido de una linterna mágica.
Quiero que llegue el día, en el que sepa si la balanza caerá de mi lado o yo caeré de la balanza.

domingo, 22 de febrero de 2009

El hombre que susurraba a los maniquíes

A partir de hoy comienza en el blog una nueva sección que he llamado "La foto del domingo". En estas entradas no pondré ningún texto, simplemente diré dónde y cuándo fue hecha la foto, sin más. El objetivo es que vosotros comentéis que es lo que os sugiere esa fotografía, y si es posible que propongáis un nombre alternativo a la entrada.

Foto tomada en la Plaza de Jacinto Benavente en enero de este año.

viernes, 20 de febrero de 2009

Modificando el espacio urbano

Desde el pasado 29 de enero y hasta el próximo 29 de marzo se está celebrando en el Círculo de Bellas Artes, en la sala Juana Mordó, la muestra "Hipótesis urbana. Investigación sobre diseño contemporáneo".

Diseñadores, graffiteros, ilustradores y otros artistas participan en este proyecto en el que intentarán acercarnos múltiples intervenciones callejeras que normalmente forman parte del paisaje urbano, pero pasan desapercibidas para la mayoría de los viandantes debido al ajetreo y las prisas que conllevan el vivir o trabajar en Madrid.

Se pretende que de esta forma se pueda dar a conocer al gran público a los responsables de este tipo de obras. Para complementar a los proyectos que pueden verse dentro del Círculo, los componentes del grupo "Trabajos en la calle" han dejado su huella plasmando una de sus obras en uno de los accesos a la muestra, en la calle Marqués de Casa Riera, esquina Alcalá.


Allí aparece representando un chico joven, flanqueado por un cubo, unos ladrillos o un bote de cola. Curiosamente, junto a esta obra se encuentran dispersos por la acera una amplia colección de objetos que van desde la botella de whisky o un litro de cerveza, hasta una fregona, cartones de huevos, una maleta y todo tipo de utensilios necesarios para cocinar.

Es posible que todo este tinglado también forme parte de la muestra que se está celebrando, pero he estado indagando y por más que he buscado no he encontrado referencia alguna a todo este despliegue de medios.

De confirmarse que se trata de algo ajeno a la muestra, y si finalmente, como parece bastante evidente, esto es simplemente el hogar de algún "sin techo" de la zona, creo que este debería al menos recibir alguna mención por parte de los organizadores del evento. Y es que si el proyecto que se desarrolla en el interior del Círculo trata sobre modificar el espacio urbano, creo que los responsables de todo este campamento sí que lo han hecho, y con creces.

miércoles, 18 de febrero de 2009

El mismo paseo, distintos ojos

Es posible que pases todos los días por el mismo sitio y siempre veas las mismas cosas, a pesar de que ese recorrido ahora esté lleno de pequeños detalles nuevos a los que no prestas atención. Eso es lo que sucede si ahora te das una vuelta por el bulevard central del Paseo de Recoletos, pasas por allí y ves que en principio las cosas siguen igual que siempre.

Vamos a hacer el recorrido normal, es decir, mirando pero no viendo. Si tomas el Paseo de Recoletos en Colón, dirección a Cibeles y recorres sus aproximadamente 700 metros, lo primero que te encuentras es la estatua a la que yo llamo "la asustada" (foto 1).

A continuación nos encontramos con el monumento al escritor Juan Varela, algo más adelante el Café del Espejo (foto 2) con sus inconfundibles cristaleras y justo al lado la estatua en bronce del poeta y novelista Ramón María del Valle-Inclán (foto 3). Continúas caminando, y justo antes de llegar a Cibeles te encuentras con el estanque de las columnas en el que las dos fuentes expulsan agua continuamente (foto 4).

Hasta ahí lo normal. Ahora vamos a volver a realizar este paseo con otros ojos, intentando ver lo que antes no estaba ahi, mejor dicho lo que antes mirábamos y no veíamos. Pues bien, entre la estatua de Valle-Inclán y la fuente de las columnas, numerosos detalles se han ido diseminando por el Paseo.

En uno de los pocos jardines que en la zona se escapan a la tiranía del asfalto, lo primero que nos encontramos es un cartel en el que el tradicional "No pisar" ha sido sustituido por otro igual de explícito "No pro-crear".

Algo más adelante algunas cajas verdes de los semáforos de tráfico se encuentran acompañadas de distintas pegatinas y fotografías que las hacen menos anodinas. Para poder apreciarlo bien es necesario acercarse y ver todo detenidamente.

Pero quizás lo que más me llamó la atención, aparte del cartel del césped, fue un pequeño detalle que se podía observar en una de las bases de las columnas de la fuente. Aunque en la foto que he sacado apenas se aprecia (lleva el móvil a mano y no da para más), allí estaban dispuestas en miniatura, dos puertas con su cierre correspondiente y ocho ventanas, una de ellas con un cartel de "No se vende".

Una de las pegatinas que encontré en una de las cajas verdes nos indica quién es uno de los responsables de todo esto: dos jotas. Si pasáis por la zona os invito a descubrir todos esos pequeños detalles, y quien sabe, quizás encontréis otros que a mí se me pasaron.

martes, 17 de febrero de 2009

¿Se muere el libro de papel?

Desde hace unos diez años, distintos dispositivos electrónicos han sido puestos en el mercado con una misión hasta ahora suicida, sustituir al libro de papel. Por suerte hasta ahora todos esos intentos se han quedado en agua de borrajas por lo que el libro tradicional sigue campando a sus anchas ajeno a los avances tecnológicos.

A pesar de esto, el avance de los libros electrónicos está siendo lento, pero poco a poco se va haciendo hueco en el mercado gracias a los precios más económicos que los de los libros de papel, y al amplio catálogo del que actualmente se dispone. De hecho, en 2008 se ha comprobado que las búsquedas en la red de libros electrónicas está subiendo espectacularmente.

Los defensores de esta nueva tecnología afirman que el libro de papel tiene los días contados y exponen los motivos del cecano fin. Según ellos la verdadera función de un libro es transmitir al usuario una información, y ésta hoy día también pueden darla los libros electrónicos, y de una forma mucho más cómoda y eficaz.

Aseguran que las editoriales acabarán decantándose por este modelo ya que el beneficio que pueden obtener por este nuevo sistema es mucho mayor ya que con él desaparecen muchos de los costes que aparecen en la creación de un libro: impresión, almacenamiento, transporte, ... Además aseguran que con este nuevo sistema muchos de los autores que han visto como hasta ahora el pode publicar una obra era algo casi imposible, van a poder hacerlo por poco dinero y con un gran impacto mediático gracias al poder de Internet.

En unos días la compañia Amazon lanza al mercado su último modelo, el Kindle 2, un dispositivo capaz de almacenar hasta 1500 obras, de grosor inferior al centímetro, y que sólo pesa 280 grs. Los entendidos afirman que va a revolucionar el mercado y que va a ser para el mundo editorial lo que el iPod ha sido para la industria musical.

Sé que el progreso no tiene límites: cada vez se venden menos periódicos en los kioskos y se leen más en la red; los vinilos, al igual que las tradicionales cámaras de fotos, han quedado para nostálgicos; las casetes son antiguallas prácticamente extinguidas e incluso cada vez son menos los videoclubs que sobreviven.

Todo esto es cierto pero aún así me cuesta creer que a corto plazo estas maquinitas se impongan al olor y al tacto del que puedes disfrutar cuando dispones de un libro de verdad en tus manos. Eso por no hablar del placer del que gozas cuando te sumerges en una librería antigua y puedes hojear libros con más años y más historias que tú. En fin, el tiempo dará y quitará razones, mientras tanto seguiremos disfrutando con librerías, como las de las imágenes, que rebosan historia y autenticidad.

domingo, 15 de febrero de 2009

Mis primeros viajes a Madrid

Llega hoy a este blog, una historia de Madrid desde el punto de vista de Júlia Costa. Esta escritora catalana ha escrito a lo largo de su dilatada carrera diversas obras, que en algunos casos le han supuesto recibir distintos premios literarios. Júlia es la autora de varios blogs en catalán, siendo el más destacado de ellos "La panxa del bou", y de un blog en castellano "Caracteres ocultos". En unos pocos días llegará a las librerías su nueva obra "L´inici del capvespre", mientras tanto podemos disfrutar con esta historia:

Cuando yo era pequeña se viajaba muy poco. El único viaje anual familiar era de pocos días, desde Barcelona a Girona, donde tenía yo un tío sacerdote, al que íbamos a visitar. El viaje, de pocos días, iba acompañado de un gran ceremonial y recuerdo que incluso pasábamos a despedirnos de casi todos los vecinos de la escalera, porque era entonces mi barrio, el Poble-sec, un lugar típico y ruidoso, con grandes relaciones autárquicas entre la gente. Sin embargo, a principios de los sesenta tuve la ocasión de viajar a Madrid por un hecho singular y extraordinario. En aquella época se estaba introduciendo la cocacola en el mercado nacional y se invitaba a las escuelas a visitar su fábrica en Poble Nou, entonces un barrio industrial y alejado del Paralelo, donde yo vivía. Mi escuela era también muy modesta y las monjitas aprovechaban todas las ocasiones de salir gratis a dar una vuelta. Nos llevaban en autocar, nos mostraban las naves, nos pasaban un documental y nos invitaban a cocacola y galletitas saladas, creo que allí comí por primera vez esas galletas de aperitivo en forma de pececito que me parecieron una delicia. No sabía ni imaginaba que la bebida sería con el tiempo un símbolo capitalista, claro.

La empresa iniciaba en aquellos años un concurso de redacción, dedicado a alumnos de cuarto de bachillerato, que después continuó con los de octavo de primaria y que ignoro si todavía existe. Nos daban un tema de trabajo, la escuela escogía dos redacciones y se pasaba a la final. El tema, excitante, que me tocó fue El comercio exterior español. Creo que redacté una especie de panegírico patriota y místico que encantó al profesorado y que, además, publicaron en El Correo Catalán, periódico de la época, para orgullo de mis mayores. Tuve la suerte de ganar el primer premio provincial, la final barcelonesa fue nada menos que en el Palau de la Música, y aquello comportaba participar en la final nacional, en Madrid. Lo lógico hubiese sido ir con un familiar, pero la monja directora de mi escuela, sor Inmaculada, tenía un hermano militar en el Pardo, al que no podía ver con frecuencia, y convenció a mi familia para que dejasen que me acompañase ella. Fuímos en tren, tuve que dormir con la religiosa, cosa que me resultó muy incómoda. Por cierto, comprobé de forma disimulada que tenía pelo bajo la toca. El viaje era de noche, pero recuerdo que me desperté y contemplé por la mañana los inmensos campos de trigo castellanos, aquel cielo tan azul de la meseta, las murallas de Ávila, iguales al dibujo de un álbum de cromos sobre bellezas de España y me pareció ser la protagonista de un cuento maravilloso. Madrid, como Barcelona, no eran entonces las grandes ciudades europeas excesivas en qué se han convertido, sino que conservaban todavía un tono provinciano y entrañable y sus límites, más reducidos, coincidían con zonas rurales próximas y en activo.

Nos llevaron a un hotel modesto, creo que se llamaba Continental, muy céntrico y algo misterioso, con muchos viajantes de comercio, supongo que eran los profesionales que viajaban en aquella época con más frecuencia. El hermano de la religiosa resultó ser un señor muy agradable, un militar honrado y serio, inteligente, con una hija de mi edad, simpatiquísima, con la cual hice amistad y que se llamaba Sonsoles, nombre que yo no había oído nunca hasta entonces. El militar nos paseó por toda la ciudad y alrededores, visitamos el Palacio de Oriente, el Valle de los Caídos, el Escorial, y, claro, el Prado. Creo que jamás ningún museo me ha impresionado tanto como el Prado en aquella época; contemplar los cuadros famosos, que reproducían de forma deficiente los libros de texto, me produjo una emoción intensa y definitiva y, por mi gusto, no hubiese salido de allí dentro. Existían, eran reales, pensé. Incluso vi pasar a Franco, con una escolta de coches, que se iba a pescar atunes, y también me impresionó contemplar fugazmente aquel perfil de las pesetas rubias en vivo, como si de un cuadro más se tratara. No gané el premio nacional, que era un viaje a Egipto, pero toda la situación me pareció una aventura exótica y sofisticada. También recuerdo que en aquel viaje percibí por primera vez una cierta añoranza cuando llevaba muchos día sin oir hablar en catalán, entonces una lengua reducida al ámbito doméstico, vecinal y familiar.

La ciudad me encantó, en mi ambiente escolar se debatía con frecuencia, entre compañeras, si era mejor Barcelona que Madrid, rivalidad eterna trasladada al fútbol y a lo que sea. Un tema recurrente era el hecho que allí permitían hacer edificios más altos y que, además, incluían en los censos poblaciones vecinas para tener más personal que Barcelona. El mito de la grandiosidad y los récords numéricos, vaya. La mayoría de niñas no había estado en Madrid, claro, pero creo que en aquel viaje percibí de alguna manera la tontería de tanta estúpida comparación entre dos realidades tan distintas -y también tan parecidas- y lo absurdo de las generalizaciones ignorantes que, instrumentalizadas por políticos, tanto daño hacen a la convivencia de la gente normal.

Tardé en volver a Madrid, pero al cabo de siete u ocho años lo hice, con unas amigas, en Semana Santa y nos alojamos en una pensión barata de la calle del Pez. Yo ya no era una adolescente sino una chica con muchas ganas de ver mundo. Aún era una ciudad de medida razonable, donde, me pareció, se vivía todavía a un ritmo más lento que en Barcelona, ya convertida en ciudad de ferias y congresos. Incluso los coches paraban para dejarnos pasar y algunos conductores nos piropeaban, claro que éramos chicas jóvenes, quizá fuese por eso, pero me temo que ya no ocurren esas cosas, ni en Madrid ni en ninguna gran ciudad. Volví al Prado, había un conserje que parecía salido de La Verbena de la Paloma y que informaba en francés, idioma universal de la época, con acento castizo, a los pocos turistas de entonces sobre el horario: de dix a deux, pour le soir fermé… Conocimos chicos de la ciudad, que nos llevaron por mesones y bares, practicamos algo de noctambulismo inocente, pero percibí también entonces esa cara oscura de las ciudades grandes, que inocente de mí, en aquel tiempo quería ignorar. Tuve un desengaño sentimental, el chico intelectual que recitaba a León Felipe y leía a Alejo Carpentier se enamoró de una amiga y no de mí. Recuerdo que remábamos en el Retiro hablando del presente y del futuro, misterioso e imprevisible, de las novelas de Galdós, de las sudamericanas que entonces invadían el mercado literario y arrasaban con su fuerza inmensa, de si algún día tendríamos democracia, e incluso de si Dios existía o no. También cantábamos en broma canciones de ambiente madrileño que pertenecían a nuestro imaginario personal, condicionado por las sesiones radiofónicas de discos solicitados: cuando vengas a Madrid chulona mía, voy a hacerte emperatriz de Lavapiés...

Todo cambia. La cocacola mejoró su márketing y llevó a las concursantes en avión a hoteles mucho mejores. La monja tuvo suerte, ya que años después una niña de la misma escuela volvió a ganar y pudo repetir el viaje, en mejores condiciones. Las redacciones se hicieron más adelante, con la democracia, en catalán. Madrid creció y Barcelona se desbordó. Los turistas han invadido los rincones de nuestras ciudades hasta extremos surrealistas y los edificios altos de entonces hoy parecen decimonónicos. He vuelto a la ciudad en otras ocasiones, no tantas como hubiese querido y siempre me ha gustado y he encontrado gente estupenda. Ha crecido y ha cambiado, aunque conserve sus rincones antiguos, con olor de verbena popular, por donde quiero imaginar que todavía Alfonso XII llora a María de las Mercedes o la Fortunata galdosiana bebe en una fuente pública. Inevitablemente tenemos un imaginario poético, musical e intelectual propio y cada ciudad, idealizada, es distinta para cada persona. Los museos son ahora colmenas de turismo masivo y muchos niños y niñas del país ya han viajado con sus padres desde muy pequeños, incluso a Eurodisney, por carreteras que no pasan por pueblos ni ciudades, sino por autopistas uniformadas, o en aviones con retraso que cruzan el cielo en mayor número que las moscas estivales de otros tiempos. Què hi farem!!! Claro que han mejorado muchas cosas, que las ciudades son más limpias y europeas, pero, como dice un refrán catalán a cada bugada es perd un llençol (en cada lavado se pierde una sábana). Creo que lo peor es que los que cambiamos somos nosotros y que constatamos como nada vuelve, sobre todo la lejana juventud en la cual el futuro era un misterio apasionante y lleno de posibilidades.