Las fotos que cuelgo en este blog son sólo una excusa para mostrar todos aquellos lugares y personajes que por un motivo u otro más me atraen de esta ciudad caótica llamada Madrid. Si quieres seguir leyendo mis historias puedes hacerlo aquí: http://en99palabras.blogspot.com.es/
viernes, 21 de septiembre de 2012
Número 9 de Cuentos para el Andén
Ya está en la calle el nuevo número de Cuentos para el Andén, la revista cultural gratuita que se regala en el Metro de Madrid, y de la cual ya he hablado en bastantes ocasiones.
Os dejo el enlace para que el que quiera echarle un vistazo, o descargarla.
http://www.grupoanden.com/media/f98520f9e157fc2bffff8e3affff8709.pdf
lunes, 17 de septiembre de 2012
Profesional
Antes de marcharse al trabajo se duchaba, se afeitaba, eliminaba los pelos que le nacían en las orejas, se cortaba las uñas y se las limaba. Era necesaria una pulcritud extrema para rendir al máximo. A continuación se ponía su ropa más elegante, se echaba fijador, se hacía la raya al lado derecho y por último se masajeaba las manos. Al llegar a su puesto se enfundaba un sayo negro que le tapaba hasta los pies, y un capuchón, con dos agujeros a la altura de los ojos, del mismo color. Después tomaba el hacha y comenzaba la faena.
P.D. La foto no es mía, está tomada de la red.
jueves, 13 de septiembre de 2012
El cochifrito que comieron Adán y Eva
“Botín parece que ha existido siempre y que Adán y Eva han comido allí el primer cochifrito que se guisó en el mundo”.
“Botín es el gran restaurante donde se asan las cosas nuevas en las cazuelas antiguas”
Ramón Gómez de la Serna, periodista y escritor .
martes, 11 de septiembre de 2012
En el metro
Para hoy os dejo con un relato de Toni Negre en el que podréis leer cómo es uno de esos viajes en el, a menudo, atiborrado metro de Madrid. Para el que no conozca al escritor del texto os dejo un enlace a su rincón literario, en el que podréis seguir disfrutando de su sentido del humor. ¡Sin duda alguna...VALE!
En el metro
Hace poco que he llegado de Madrid. En la capital me muevo en metro. Hora punta. Entre los pasajeros no cabe un alfiler ni un papel de fumar. No puedes hablar. A duras penas, respirar. ¡Ding, dong, dang, ding! Voz de hombre, "próxima parada...". Voz de mujer, "Nuevos Ministerios" ¡Ding, dang, dong, ding! El metro desacelera de forma brusca pero nadie se desplaza porque doblamos el aforo permitido y aquella cosa llamada inercia no puede actuar. Desde la ventanilla observo un bulto en el arcén. El bulto se vuelve más grande a medida que nos vamos acercando. Preocupante. Bueno, no. No subirá porque no cabe. ¡Briiiii! Sonido chirriante que hacen las ruedas del metro cuando se frenan. ¡Zasssss! Se abren las puertas. El bulto enorme del arcén resulta ser una señora de raza portentosa. Inmensas tetas. Inmenso culo. Grandes y fornidos brazos. Enfundada en unos vaqueros imitación D&G con dibujo de lentejuelas a juego en los bolsillos traseros. Morritos pintados color rojo pasión. Pelo recojido y bolsito en bandolera al gusto. Zapatos deportivos para la ocasión. ¡Es imposible que suba! Estaba esperanzado. Error. La señora de raza portentosa y última versión del Homo Hábilis entra con dificultad por tamaño y por espacio. No bajó nadie pero entró ella. ¡Por Dios!
Del primer empujón mi persona física se vio transportado desde la entrada del vagón hasta el lado opuesto. Maleta de viaje incluida. Éramos una masa compacta de gente impenetrable. Como sardinas en lata. Del segundo empujón intentó lo mismo con un abuelo octogenario. No lo consiguió. Todavía recuerdo la mirada agonizante en busca de ayuda que no le pude prestar por más que quise. El representante de la tercera edad avanzada se quedó en medio del vagón literalmente empotrado contra una barra vertical que hace las veces de agarradera. La señora de raza portentosa de grandes tetas y culo inmenso. Brazos y manos fornidas y morritos pintados color rojo pasión siguió empujando con fuerza hasta conseguir que el octogenario agonizante -casi en fase terminal- y la barra vertical se fundieran en una misma cosa a modo de pintxo de cocina de autor. No puedo olvidar su mirada. Me persigue a todas partes y a todas horas. No puedo cerrar los ojos porque me aparece una y otra vez hasta provocarme pesadillas. No he sabido más de él.
Ella sólo estuvo un trayecto. De Nuevos Ministerios a Gregorio Marañón de la línea diez del metro de Madrid. Su efecto fue devastador. He buscado aproximaciones literarias para mejor entendimiento y comprensión de la mujer que describo. La mejor referencia es la que aparece en el Quijote cuando traza el perfil de Aldonza Lorenzo. Hija de Lorenzo Corchuelo. Señora del universo. Tan forzuda como el mejor zagal del pueblo. Moza de chapa, hecha y derecha, y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante que la tuviera por señora. Qué rejo que tiene y qué voz. Nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana, con todos se burla, y de todo hace mueca y donaire. Gastada la faz de andar por el campo, el sol y el aire. Toda una princesa. A esto me refería. Calcada a Aldonza Lorenzo que igual grita encima del campanario, rastrilla lino en las eras o viaja en el metro de Madrid.
Nadie podía agarrarse por falta de espacio lo que provocaba que estuviéramos a merced del vaivén caprichoso y monótono. En un descuido, la señora de raza portentosa. De manos y brazos fornidos levantó uno de ellos para agarrarse a una barra horizontal puesta en lo alto del vagón. Se cogió a ella. A partir de este momento todo me resulta confuso y lo escribiré más o menos como creo que ocurrió. Mi nivel de conciencia y el del resto de pasajeros fue disminuyendo hasta marearnos. Era un olor hipnótico y sedante de sobaco de temporada alta estival. Casi mejor así. Con las facultades mentales mermadas y un punto de semi inconsciencia el sufrimiento fue menor. Me estoy recuperando. Gracias.
Estoy en casa y quiero olvidar esta terrible experiencia y este olor anestésico que desprendía. Ya he pedido hora a mi psicoterapeuta para empezar el tratamiento cuanto antes. Los privilegiados que viajaban sentados en lugares destinados a minusválidos y que tenían libro abierto para leer...lo cerraron al tiempo que los ojos y se obnubilaron.
¡Ding, dong, dang, ding! Voz de hombre, "próxima estación...". Voz de mujer, "Gregorio Marañón". ¡Ding, dang, dong, ding! El metro vuelve a desacelerar bruscamente y otra vez la inercia no puede con la masa de gente y no actúa. Nadie se mueve. Ni siquiera te puedes caer desmayado por falta de espacio. Te tienes que desmayar de pié. ¡Briiiii! El vagón se para. ¡Zasssss! Se abren las puertas y la señora de raza portentosa. Grandes tetas. Culo inmenso. Cabello recogido. Brazos fornidos. Morritos pintados color rojo pasión y zapatos deportivos...¡bajó! Más de la mitad de los pasajeros hicieron lo propio con la mirada perdida. Alguno bajaría por necesidad, otros por equivocación y otros seguirían trayecto por no estar recuperados del todo. Desde el arcén pude ver al octogenario representante de la tercera edad avanzada que seguía empotrado en la barra vertical. Pobre hombre. A su edad. A partir de ahora me desplazaré a pié. Callejear será bueno y, de paso, a mirar escaparates. Salud.
lunes, 10 de septiembre de 2012
viernes, 7 de septiembre de 2012
El león sin "huevos"
"Los leones del Congreso no tienen cojones, hemos sabido hoy gracias a la Sexta. Gran primicia. Muchos diputados tampoco. Leones y diputados se parecen"
Escritor y periodista
P.D. Si no sabes de qué va la entrada visita este enlace
Lavando en la fuente
"Las camisas que lavan en el río se hinchan en el agua como si las llenase el alma temerosa de sus dueños"
(Greguería de Ramón Gómez de la Serna)
La foto está tomada en la Plaza de España
miércoles, 5 de septiembre de 2012
sábado, 1 de septiembre de 2012
Lavapiés, donde nace el baloncesto
Más que un barrio, un pequeño planeta lleno de vidas diferentes que se cruzan bajo una canasta. En el programa "Informe Robinson" se acercan hasta Lavapiés para conocer el basket callejero.
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