Tal día como hoy, un 13 de abril de 1913, Alfonso XIII regresaba a Palacio tras haber presenciado en la Castellana una Jura de Bandera especial. En ella, y en virtud de la nueva Ley de Reclutamiento, hombres de todas las extracciones sociales formaban el contingente.
Cuando el séquito circulaba por Alcalá,a la altura de la calle Barquillo, un hombre se aproximó al Monarca esgrimiendo un papel. Este, acostumbrado a que la gente se acercara a él, se detuvo y el joven le disparó dos veces. El Rey reaccionó inmediatamente, se abalanzó con su caballo hacia el agresor y le derribó. Una tercera bala alcanzaba en el cuello a a Alarún, el caballo del Rey, saliendo Alfonso XIII ileso.
El agresor no pudo disparar las cinco balas que le quedaban en su revólver ya que las fuerzas de seguridad y parte del público le inmovilizaron. Ante el deseo del pueblo de linchar al agresor, las fuerzas de seguridad entraron con él al número 48 de la calle Alcalá para salvaguardarle.
Allí se descubrió que el detenido era Rafael Sancho Alegre, anarquista de 25 años, que había llegado a Madrid el veintitantos del pasado mes, trabajaba de carpintero y vivía en el número 7 de calle Pardiñas.
Todas las pruebas eran demoledoras por lo que el 9 de junio, tras el juicio, fue condenado como autor de un delito frustrado de regicidio, á la pena de muerte, Al leérsele la sentencia se le preguntó si tenía algo que decir, y contestó:
«No. Está bien» Meses después, el 3 de septiembre, el Rey le indultaba de la pena capital.
Mejor suerte corrió que Mateo Morral, el anarquista que como
se vio hace tiempo en otra entrada atentó siete años antes contra el mismo monarca. Y es que como dijo Alfonso XIII: “
Pensándolo bien, prefiero los revólveres a las bombas. O te dan o tienes la suerte de esquivarlos”Quedan como curiosidad algunos extractos de las cartas, que antes del atentado, dirigió Sancho Alegre a sus allegados, por ejemplo a su tío Ramón:
«Me hallo en Madrid sólo y exclusivamente para atentar contra la vida de S. M. el Rey de España»; o estos extractos de cartas dirigidas a su amada
« …me fusilarán si pueden, después del atentado y serás la mujer de un homicida… ; la madera que te ofrecía para cama de matrimonio, se ha trocado en ataúd; cuando esté enclavado en él, después de mi fusilamiento, me das un beso en mis desoladas mejillas»