La Plaza de Oriente, ubicada en el lado oriental del Palacio Real, fue creada a iniciativa de José Bonaparte (1811) al derribarse varias manzanas que albergaban casas medievales, conventos, así como el Huerto de la Priora del Monasterio de la Encarnación.
Tras la derrota francesa en la Guerra de la Independencia, el proyecto se paralizó y de hecho no fue finalizado hasta el reinado de Isabel II. Antes, en la época de Fernando VII se diseñó una planta semicircular, tomando como eje el del teatro que se habría de construir en el lado opuesto. Con la construcción de la plaza de Oriente y del Teatro Real se creó un nuevo lugar de relación entre la residencia de la Corona y la villa.
En tiempos de Isabel II se retoma la reforma, y se diseña una plaza rectangular con cabecera curvada en la que destaca un parque central presidido por un gran monumento a Felipe IV. Para realizar la gran estatua ecuestre se consultó a Galileo para ver como podía mantenerse el animal sobre las patas traseras. La solución fue hacer maciza la parte posterior sobre la que se asienta y hueca el resto, para así equilibrar el peso. Con ello se consiguió con ello la primera escultura ecuestre del mundo con esta disposición.
Además del parque central hay dos parques laterales, limitados por veinte estatuas de diferentes reyes de España, de las cuarenta y cuatro que había inicialmente. Las estatuas idea de Fernando VI, estaban destinadas a adornar el exterior de la fachada del Palacio Real, pero un sueño de la reina Bárbara de Braganza en el que éstas se precipitaban al vacío provocó que se colocaran en el suelo. Así, se disponen a ambos lados de la plaza las estatuas de diez Reyes, sumando veinte en total, cinco reyes visigodos, y quince reyes durante el período de la Reconquista.
En las esquinas de la plaza, encontramos los Jardines del cabo Noval (zona norte de la plaza, junto al Monasterio de la Encarnación) y del e Lepanto (zona sur, frente a la Plaza de Ramales) en los que encontramos respectivamente, los monumentos al cabo Luis Noval (ver imagen) y al capitán Ángel Melgar, ambos héroes de guerra fallecidos en acto de servicio.
Hace unos 25 años para conseguir un mayor espacio para el peatón, se soterró la calle Bailén, se construyó un aparcamiento, así como un túnel subterráneo que atraviesa la plaza. Las obras estuvieron envueltas en la polémica, ante el descubrimiento de diferentes restos arquelógicos, destruidos en buena parte. Los que sobrevivieron pueden observarse actualmente en el interior del mismo aparcamiento.
Todavía, a pesar de los años pasados, este lugar sigue siendo en determinadas fechas lugar de reunión de los nostálgicos del régimen anterior. Sin embargo, el tiempo ha hecho que la plaza haya sido recuperada para disfrute de todos, sin distinción de ideologías, por lo que lo normal es ver en ella a turistas, parejas, o simplemente gente paseando, sin plantearse qué significó este lugar en tiempos remotos.