Cuando las luces se apagan, y la sala queda a oscuras, comienza su ritual. Primero se retoca el pelo y después va limpiándose la cara, los brazos, el pecho, las piernas, dejando para el final culo y pubis. Cuando al fin se siente limpia, espera a que las horas pasen y vuelvan a abrirse las puertas. Entonces se tumbará en escorzo, haciéndose la dormida, e intentará disolverse en la piedra mientras aguanta otro día más el manoseo de la clientela que disfruta de su cuerpo marmóreo e inerte saboreando un café en “La pecera” del Círculo de Bellas Artes.
Para aquel que no sea de Madrid, o no conozca el Círculo de Bellas Artes le recomiendo este enlace para que pueda entender mejor el microrrelato. Me queda pendiente otra entrada para contar la historia de esta estatua.
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