viernes, 15 de noviembre de 2013

Racionando el hambre

(La foto está tomada en la Plaza de las Descalzas)

Hace una semana volvieron a recogerle moribundo del banco donde suele dormir. Aunque esta vez no fue por ansiedad, ni frío, ni tan siquiera por el vino peleón. En el hospital le han mimado, le han quitado la roña que ya era como su segunda piel y sus barbas a lo Valle-Inclán, pero sobre todo el hambre. Ayer, al darle el alta, le han dado mil recomendaciones y han insistido en lo de hacer tres comidas diarias. Él, resignado, ha prometido intentarlo. Hoy, ha dividido en tres partes el café y el bollo que ha mendigado para el desayuno.


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