(En esta ocasión la foto no es mía. Está tomada de "El País") |
Se sentó junto a la puerta y esperó a que una hornada nueva irrumpiera. Quizás en esta remesa estaría la mujer de su vida. Al entrar la marabunta al tren, sus ojos se clavaron en una muchacha rubia y se enamoró al instante. Tardó una estación en lograr contacto visual y otra más para hablar con ella. A la tercera se cogieron de la mano y a la cuarta se besaron. En la quinta empezaron las discusiones y en la sexta ella decidió bajarse. Apenado, se sentó junto a la puerta y esperó a que una nueva hornada irrumpiera.
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