"Ahora mismo el centro de Madrid es odioso, un guetto. Merece la pena visitarlo, pero con estómago y con cuidado"Ramoncín, cantante y escritor
Las fotos que cuelgo en este blog son sólo una excusa para mostrar todos aquellos lugares y personajes que por un motivo u otro más me atraen de esta ciudad caótica llamada Madrid. Si quieres seguir leyendo mis historias puedes hacerlo aquí: http://en99palabras.blogspot.com.es/
La siguiente historia nos permite hacernos una idea sobre la forma de actuar de Luis Candelas., y así completar la entrada anterior. Hoy, estamos acostumbrados a los robos por alunizaje, a base de mazazos o por el método del butrón, pero nuestro personaje prefería hacerlo de una forma más fina, y sin usar en ningún momento la violencia. Así, uno de sus golpes más sonados fue el perpetrado en una tienda de artículos religiosos, situada en la calle Postas, y famosa por aquel entonces por ser la principal proveedora de tejidos con bordados de oro.
Luis Candelas nació en la calle del Calvario en el año 1804. En esta ocasión la mala senda no le viene a Luis por sus penurias económicas, sino por gusto: era hijo de un carpintero al que le iba lo suficientemente bien el negocio como para no tener estrecheces económicas. Ya a muy corta edad el padre comprobó que Luis no seguiría sus pasos en el oficio ya que éste no le agradaba, y además en los estudios tampoco mostraba el menor interés.
Esta semana hemos asistido a otra de esas sesiones del Congreso en la que cada uno cuenta la feria según le va, y poco más. En momentos como los que estamos, han vuelto a demostrar que tanto unos como otros sólo piensan en lo suyo, y no en lo que verdaderamente importa: el bien general del país y de los ciudadanos. Todo esto me trae a la cabeza la famosa expresión ¡Joder, qué tropa! que popularizó el conde de Romanones, hace un siglo, precisamente en el Congreso.
"Madrid es “la malquerida del Estado”. Siendo un crisol de culturas, sin reivindicaciones históricas, aunque las puede tener, siendo generosa, altamente productiva, no debería ser tratada como a veces se la trata. Quizá nuestro Estatuto de Autonomía se quedó corto en exigencias y eso se paga con la indiferencia que no merecemos"
Aprovechando que estamos en Carnaval os dejo con una historia acaecida en el año 1853. Casualidades de la vida, Danimetrero la ha publicado en su blog este lunes así que aunque para algunos ya esté repetida aquí queda.
Por una de las puertas laterales la pareja entra en el templo, sorprendentemente abierto a pesar de lo tarde que ya era. Una oscuridad estremecedora domina la entrada a la iglesia, pero tras avanzar unos pasos descubren cómo en la nave central hay un ataúd débilmente iluminado, cubierto con paños negros. Antes de llegar a él la mujer señala el ataúd y dice:
Separados por la Avenida de Daroca se encuentran separados el llamado Cementerio Civil del cementerio católico de Nuestra Señora de la Almudena conformado lo que se conoce como Necrópolis del Este. La creación de este Cementerio, destinado a enterrar a los fallecidos que no fueran católicos, tiene su origen en una Real Orden de 2 de abril de 1883.
Posteriormente otra Real Orden de 10 de septiembre de 1884 aprobó el reglamento particular de este Cementerio, que se "estrenó" con Maravilla Leal González, joven de 20 años que se había suicidiado unos días atrás. Debido a que la Iglesia negaba el enterramiento en sagrado, a los suicidas, se decidió que ella fuera la que inaugurara este lugar, hecho que se produjo el 13 de septiembre de 1884.
A simple vista el Cementerio Civil se caracteriza porque en él, a diferencia de los cementerios a los que estamos acostumbrados, las cruces no son el elemento principal,. Y es que aunque "Haberlas haylas", se encuentran en clara minoría frente a otros emblemas no religiosos. En las tumbas destacan sobre todo los símbolos masónicos, pero además de éstos también puedes encotnrarte por ejemplo con hoces y martillos, o simples palomas.
A pesar de la belleza general de este cementerio hay que señalar el estado de abandono general que tiene ya que hay bastantes tumbas que están rotas, algunas debido a su antigüedad y otras simplemente por actos vándalicos.
En contraste a este deterioro están los mausoleos bien cuidados de algunos personajes históricos que aquí descansan. La lista es interminable, pero por citar a algunos, aquí se encuentran tres de los presidentes de la Primera República: Figueras, Pi Margall y Salmerón, además de Pablo Iglesias, Giner de los Ríos, Arturo Soria, Pío Baroja, Blas de Otero o Dolores Ibarruri.
"Ay, qué Madrid este, todo apariencia. Dice un caballero que yo conozco, que esto es un Carnaval de todos los días, en que los pobres se visten de ricos. Y aquí, salvo media docena, todos son pobres facha, señora, y nada más que facha. Esta gente no entiende de comodidades dentro de casa. Viven en la calle, y por vestirse bien y poder ir al teatro, hay familia que se mantiene todo el año con tortillas de patatas... Conozco señoras de empleados que están cesantes la mitad del año, y da gusto verlas guapetonas. Parecen duquesas, y los niños principitos. ¿Cómo es esto? Yo no lo sé. Dice un caballero que yo conozco, que de esos misterios está lleno Madrid. Muchas no comen para poder vestirse; pero algunas se las arreglan de otro modo... Yo sé historias, ¡ah! yo he visto mucho... las tales se buscan la vida, se negocian el trapo como pueden, y luego hablan de otras ¡como si ellas no fueran peores!..."
Con la entrada de hoy retomo una sección que desde hace un tiempo tenía algo aparcada. En este caso la entrada llega de la mano de Javier Redondo, autor del blog A vuela pluma, en el que Javier nos muestra todo aquello cuanto le acontece y le pasa por la cabeza en su día a día. Desde hace un tiempo Javier tiene escrito el libro "Crónicas de la India" que está pendiente de encontrar editorial. Así que ya sabes, si tú que estás leyendo esta entrada, trabajas en alguna, ahí tienes tu libro.
11 de febrero. Día primero de alergia. Anoche empezaron a irritárseme los ojos y hoy, en el transcurso de la mañana, las tuberías de mi nariz sufrían una fuga de mucosidades que iba cada vez a más. Resulta patético mantener una conversación en el trabajo cuando tienes un surtidor de fluidos transparentes encima del bigote.
El mundo gira sin freno. Otra vuelta más, pero quienes surcamos sus calles seguimos siendo los mismos, como si Madrid fuese el eje de giro y no le afectara su impulso centrífugo. Quienes antes mendigaban en las escaleras de los cines, ahora acostumbran hacerlo en la calle del Carmen, cerca de donde un músico viejo cimbrea la tarde al contacto de su arco con el chelo. A otros los veo, cuando paso a su lado, leyendo The Sun con sumo interés, y me pregunto de dónde lo habrán sacado. Los trileros se turnan con los magos para hacer desaparecer billetes de veinte euros ante el asombro de los viandantes curiosos de Preciados; junto a ellos, los músicos agitanados del Este se menean al compás frenético de un número de swing, mientras, en una bocacalle aledaña, un padre y su hijo afinan sus dulcémeles para la jornada que comienza cuando las sombras se alargan.
Son pensamientos que me obsesionan desde niño. Nuestras vidas, las suyas y la mía, se exponen brevemente a los ojos del otro en los segundos que emplea uno en doblar la esquina cada día y se antojan independientes unas de otras. Si para mí representan la vida de la calle como una metáfora del tiempo real, para ellos yo no seré más que ese tipo que pasa por allí al atardecer siempre sobre la misma hora. Estoy seguro de que, si algún día me decidiera a acercarme y saludar a cualquiera de ellos, no harían falta presentaciones, pues todos los que poblamos el centro de Madrid nos conocemos ya de sobra. Uno de los violinistas, sirva de ejemplo, el único que nunca falta a la cita vespertina en la calle Preciados, es húngaro. Lo sé porque una vez le eché unas monedas en la funda del violín y aproveché para intercambiar un par de frases con él. Se llama Stefan, y me sorprendió que apenas chapurreara el español, porque en ocasiones lo he visto charlar con sus colegas. Esa breve conversación sólo sirvió para acicatear mi curiosidad. Un atrayente halo de misterio lo envuelve, y a veces me pregunto qué le habrá traído tan lejos de Hungría. Un verde de éstos que acosan a los peatones de Preciados me contó una vez que circulaba la leyenda de que había sido el violín solista de la Orquesta Filarmónica Nacional Húngara. Nadie sabe muy bien qué hace aquí entonces, tocando al relente cada tarde, solo o acompañado del cuarteto de cuerda, el mismo repertorio de cinco o seis piezas tristes en la calle. Tal vez huyó del yugo comunista. O quizá fuese una mujer quien alentara su periplo. Sería un buen personaje de novela, en cualquier caso. 
"El lujo de vivir en el centro en el primer edificio del siglo XXI en la Gran Vía", así reza el cartel situado junto al inmenso socavón que desde hace años existe en el 48 de Gran Vía, solar en el que anteriormente estaba la sede del Banco Atlántico, y mucho antes el cine Actualidades. En este caso no puede decirse que la publicidad sea engañosa ya que hace mucho tiempo que no se construye un nuevo edificio, desde los cimientos, en esta avenida que en abril celebrará su centenario.
Para hoy domingo me apetecía rescatar el siguiente artículo publicado en "El Mundo" el pasado 1 de febrero. Su autor es el periodista Rafael Martínez-Simancas, y creo que no tiene desperdicio.
María Josefa Dolores Ansatasia de Quiroga y Capopardo "Sor Patrocinio" es otro caso en el que se demuestra que en España el gris no existe, ya que esta mujer despertó en la sociedad de su época amores y odios a partes iguales. Con tendencia a caer con gran frecuencia en éxtasis, era capaz de tener conversaciones de tú a tú con el Diablo, con Cristo Crucificado o con la Virgen María.
Hoy responde hm, autor del blog La central nuclear del Senor Burns, al cuestionario sobre Madrid. Aunque afirma que sólo ha vivido un año aquí, creo que aprovechó bastante bien el tiempo ya que leyendo sus respuestas se ve que conoce la ciudad y sabe qué es lo que se cuece.
