martes, 14 de abril de 2009

Paseando entre tumbas y flores

Terminada la Semana Santa llega a este blog la semana de los cementerios. Para ser más exactos, en realidad debería decir del cementerio, y es que durante estos próximos días las cuatro entradas que aparecerán por aquí tienen como nexo común el cementerio de la Almudena.

En esta primera haré un repaso sobre los aspectos más destacados de este lugar; las otras tres, son historias contadas por otras personas, que se desarrollan en el cementerio más grande de la ciudad. Y es que aunque su capacidad original era de unas 62.000 sepulturas, el número de personas inhumadas aquí a lo largo de la historia (unos cinco millones) sobrepasa al de los habitantes de Madrid.

De toda la vida aquel que moría recibía sepultura en las iglesias, y aunque Carlos III, por razones higiénicas, intentó acabar con esta costumbre y construir cementerios fuera de la ciudad, no pudo hacerlo por la firme oposición eclesiástica. Por ello habrá que esperar a José Bonaparte para que se ponga en marcha la construcción del Cementerio General de Norte (1809) y el del Sur (1810).

En la década de 1860, debido al gran incremento de población, surge la idea de construir dos grandes necrópolis municipales (del Este y del Oeste) aunque sólo llega a concretarse la primera: Nuestra Señora de la Almudena. Durante 1884 y 1885, estando todavía en construcción, una tremenda epidemia de cólera provoca que este lugar sea habilitado como cementerio provisional “de epidemias” por lo que habrá que esperar a 1925 para su inauguración oficial.

El actual cementerio repleto de tumbas, panteones, flores y senderos de arena, puede dividirse en tres partes: la necrópolis, el cementerio original y la ampliación de 1955. Como no podía ser de otra forma, se trata de un lugar tranquilo en el que, a diferencia del resto de la ciudad, no debes agobiarte por pisotones, empujones y carreras.

Aunque hay bastantes leyendas sobre este cementerio, lo que no puede obviarse es el triste protagonismo que tuvo durante los duros años de la guerra civil y la posguerra. En sus tapias acabaron sus días muchas personas, fusiladas por el gobierno republicano durante el asedio "nacional" a Madrid. Al finalizar la guerra y entrar las tropas nacionales a Madrid, continuaron con el mal ejemplo, y siguieron con los paseíllos y la brutal carnicería.

Espero que nadie se tome a mal estas entradas ya que están hechas desde el máximo respeto a todos los que allí descansan. De hecho, en algunas ciudades europeas la visita a los cementerios es otro atractivo más que se ofrece a los visitantes. Aquí, ya hay en marcha iniciativas que buscan fomentar el turismo en este santo lugar. La idea es diseñar rutas que recorran todos aquellos monumentos relacionados con personajes del mundo de la política, la medicina, o las artes, que están diseminados por sus 120 Hectáreas.

Quedan para futuras entradas el curioso cementerio civil, separado de este por la avenida Daroca, así como otros cementerios con bastante atractivo como el de San Isidro o el de los Ingleses.

Otras historias del Cementerio de la Almudena
- El enterrador del cementerio
- La llamada del pasado
- En el Cementerio de la Almudena

14 comentarios:

  1. Miguel por mi encantada con estas entrdas tuyas....A pesa de que parezca "extraño" decirlo...las fotos destilan paz. Besos 8y me encanta aprender con tus historias)

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  2. A mi me da mu mal rollo, la verdad. Tengo bastante "respeto" por la muerte. Pero reconozco su belleza...

    Carpe Diem (ahora con más razón)

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  3. Es curioso, un amigo mío se pasó la tarde del viernes haciendo fotos a un cementerio madrileño, el de san isidro...

    Besicos

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  4. ¡Hola Miguel!

    No entiendo el temor o mal rollo que da a muchos los cementarios, el de La Almudena es muy bonito para pasear, además los muertos sí salen es porque los sacan los que están vivos.

    ¡Excelente post!

    MIGUEL

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  5. Yo solía ir con mi padre cuando era pequeña porque tenemos allí familiares y me lo tomaba como algo festivo, incluso me gustaba. Ya sabes que los niños juegan en cualquier parte.

    Saludos!!

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  6. Algunos cementerios es cierto que son verdaderas obras de arte lo que contienen, muchas tumbas, panteones, jardines, cruces, etc. son dignos de admiración. Este en concreto de la Almudena lo conocí de pequeña porque allí tenemos un panteón familiar, a ver si un día pregunto cómo se va al nuestro (te pierdes ahí dentro) y voy. No me dan mal rollo los cementerios ni me dan miedo, como dice mi madre: "a mi me dan mas miedo los vivos, que los muertos."

    Saludos!
    PD: Verificación de palabra: plaga (ups....)

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  7. Pues mire usted, joven......las fotos son (eso es evidente) preciosas, pero.....yuyuuuuuuu!!!!

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  8. ufff paso paso de cementerios. eS un lugar que no apetece nada ni ver ni visitar uffff

    un abrazo.

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  9. Cuando era más joven los cementerios me producían cierto terror, actualmente me parecen una fuente de historia, anécdotas e información muy interesante, al hacerte mayor te vas habituando a la muerte, debe ser una especie de aprendizaje vital. Ahora recuerdo a mis padres y abuelos y como me extrañaba su afición necrofílica a asistir a entierros, velatorios y funerales y sus comentarios sobre el aspecto estético de los difuntos. Ya leo las esquelas del periódico con malsana curiosidad madura, la verdad.

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  10. Y es una maravilla. El miedo a visitarlos está entre los 25 y los 45 años. Ni antes ni después lo notas. Primero no lo aprecias y luego te acostumbras.

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  11. Es una de mis aficiones escondidas, visitar los cementerios, sobre todo antiguos, en cada pueblo o ciudad que visito. paz, tranquilidad, belleza anidan dentro de us muros..un fuerte abrazo y buen relato y buenas fotos.

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  12. Son una preciosidad todas tus fotos, aunque sean de cementerios.
    Me da escalofríos pensar que hay más gente dentro que fuera.
    Por lo que veo, harás un post sobre el cementerio civil, me gustará, espero no despistarme.
    Un abrazo.

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  13. Estupenda entrada con la que nos acercas esta maravilla de cementerio y su arte que aún tenemos pendiente de visitar.

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  14. Antes visitaba los cementerios y me gustaba tratar de adivinar como fueron en vida sus moradores

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