El pasado domingo 19, El País publicaba un artículo en el que anunciaba que Madrid había despertado de su letargo y había dejado de ser provinciana. Esta afirmación no era realmente de ellos sino del New York Times, que se desdecía así de las sensaciones experimentadas por uno de sus reporteros hace un par de años en otro viaje por la capital.
Todo esto me hizo recordar una entrada (¿A qué huelen las nubes de Madrid?) que hace un tiempo encontré casualmente por la red. En ella se intentaba reivindicar, tirando del sentido del humor, ese aspecto provinciano de la ciudad. Hace unos días me puse en contacto con los autores de esa entrada (microckingnomedejapensar) para ver si podía publicarla. Después de obtener su visto bueno, aquí os la dejo para que paséis un buen rato con ella. Además de la historia, la primera foto de esta entrada también es cosa suya.
Publica el NY Times que Madrid es provinciana y la gente de bien se lleva las manos a la cabeza. Pues claro que Madrid es provinciana ¡Provinciana y ordinaria como un bocadillo de calamares! ¿Pero a quién no le gusta un buen bocata de calamares? Madrid es el azúcar que engorda y sabe a gloria, frente a ciudades que representan el falso gusto del edulcorante, el que se toma con el café descafeinado y la leche desnatada. Madrid es un orgasmo muy divertido y muy guarro que provoca a gritos la envidia del vecindario… tres calles más abajo.
Otras ciudades representan un cristiano polvo a oscuras, con una sábana muy limpia y muy fría por medio que tiene un estratégico corte en el justo punto. Hay ciudades que tienen una belleza que para sí la quisiera Madrid; pero una cosa es cantar una oda a la hermosura de la Schiffer y otra disfrutar follando con su cadáver.
En otro orden de cosas, en efecto, Madrid no posee la cosmopolita sonrisa que lucen orgullosas Londres o Nueva York; pero tiene, para quien lo sabe disfrutar, el discreto encanto de lo underground, de lo canalla, el divertido descaro de la carrera sobre plataformas de la semana del Orgullo y el puntito que le da al aire el olor a maría que desprende Malasaña.
Todo esto si el Pepé madrileño, empeñado en ponerle encima un paño de punto de cruz, no termina por cortocircuitar la energía que hace vibrar su noche. Vicky Beckham, Madrid no huele a ajo. Madrid huele a mujer y a hombre. Hay gente que a la hora de comerse una polla o un coño esperan que huelan a polla y a coño, respectivamente. Los hay que hasta disfrutamos de ese olor. Que tú eches unas gotitas de cualquier perfume caro de Dolce y Gabbana en el vello púbico de tu marido antes de hacerle una fellatio sólo deja claro que la rinoplastia te jodió la pituitaria.
Y es que Madrid es tan provinciana como auténtica. Algunos, sabiendo disfrutar de todo lo bueno que ofrecen otras muchas ciudades más cosmopolitas y hermosas, no cambiaríamos esa autenticidad por nada.
De Madrid al Infierno, que es más divertido.
Vivan los bocadillos de calamares. En ninguna ciudad se comen tan ricos como en las inmediciones de la Plaza Mayor de Madrid.
ResponderEliminarYo no sé si provinciana pero la mejor con los bocatas de calamares y las tapas...sí rotundo. Besos (me has gustado las fotos, algunas muy muy originales) más besos
ResponderEliminarViva el provincianismo, ojalá siempre queden rincones provincianos y 'de barrio' en las ciudades fanfarronas y fashion de nuestro tiempo!!!
ResponderEliminar(Desde uno de los barrios mas 'xava' de Barcelona)
De Madrid sólo se ve lo aparente, lo superficial, pero ¡cuántas historias detrás de fachadas pintorescas, cuántos dramas y comedias, cuántos personajes de los que no sabemos su prodigiosa historia! Tú sacas historias con tus fotos, pero también hay otra gente que trata de adentrarse con palabras en las peculiaridades de sus gentes. La pena es que parece que de Madrid sólo se ven las instituciones, los gobiernos, los eventos multitudinarios, y se ve poco el carácter y la pelea diaria de sus sufridos ciudadanos.
ResponderEliminarMiguel, gracias por publicarlo porque es buenísimo, ¡mis saludos con afecto al blog autor!
ResponderEliminarMadrid es Madrid, y lo peor que puede hacer es perder su identidad, que es única.
¡Me encantan los bocadillos de calamares!
MIGUEL
me encanta, pero es que Madrid es así y precisamente nuestro encanto, o su encanto ese ese...lo demás tontería añadida, qué quieres que te diga. UN saludo al autor del blog-post!
ResponderEliminarGracias Miguel ;o)
ResponderEliminarjajaja me ha encantado la entrada, de madrid al infierno claro que si, el bar de la foto de las gallinejas tiene unas patatas bravas con salsa secreta de infarto, que lo se yo jeje
ResponderEliminarbessetes
Pero es que no hay nada mas provinciano que ir de lo que no se es... Para mí, el encanto de Madrid es ese: que ni es la más bonita monumentalmente, ni la más sofisticada... es cotidiana, de andar por casa, de todos los días
ResponderEliminarPedazo de post y pedazo de bocata de calamares que se va a zampar el oso, que debía de estar de madroños hasta salva sea la parte.
ResponderEliminarCarpe Diem
tengo un amigo inglés, muy inglés él, que se muere por los boquerones en vinagre. Qué perra tiene el tío. Vamos, que si nos cargamos los boquerones en pos de la modernidad el amigo londinense me mata.
ResponderEliminarPd. claro que como le haga comer unos entresijos, lo mismo se me muere el guiri
Pues tiene su razón. Un escrito muy intenso. Ahora que nos queda mucho por llegar al nivel de otras capitales europeas pero ¿a cambio de perder nuestra alegria? Ay no sé.
ResponderEliminarMadrid es provinciano y cojonudo, claro que sí...
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