La entrada de hoy nos llega de la mano de Javier autor del blog La piel de las mareas. El, que no es un gran admirador de las ciudades, ha decidido escribir esta historia en plan abogado del diablo. Para acompañar sus palabras he colocado ocho fotos que recogen distintos momentos de dos de sus lugares favoritos de Madrid: el Retiro (las cuatro primeras) y el Rastro (las cuatro últimas).
De nuevo Madrid…caótico…ruidoso…impersonal.
Madrid devorando la paciencia de los transeúntes que buscan un refugio en el nombre de una calle.
Aquí Caín no necesita excusas para enfrentarse a un Abel despistado y pitar, maldecir o agredir con una simple mirada saturada por esas razones que se esgrimen con salivilla y puñetazo en la mesa.
Madrid mentira, blasfemia, tumulto, hormiguero, riada.
La tarde se precipita sobre el reloj mientras la sombra de una pequeña criatura perfila murmullos sobre las paredes como si fuera el carmín de unos labios, de unos labios que, en un intento de sonrisa, ¿aprenden? ¿Intentan? ¿evitan? decir que ni la distancia es lejanía ni la espera es tiempo…ambas cosas podrían ser la plata que recubre el envés de los espejos y nadie lo sabría jamás…ambas cosas podrían ser los argumentos que embriagan con dolor la respiración de los sueños y nadie tendría derecho a despertarnos.
No puedo pensar que lo único cierto sea el trayecto que caminamos como una indolente tangente hasta la siguiente espera…hasta la siguiente cita sin fecha…hasta ese instante… indeterminado… al que acudimos cargados de nuestras verdades a medias, de nuestras mentiras sin enhebrar , de los silencios que disuelven la felicidad y así mientras aguardamos la llegada de la lluvia inventamos nombres para las madejas que forman parte del decorado en un escaparate, para las flores de plástico made in Japan, para las caras que visten contra su voluntad los rostros de los transeúntes.
-“¿Me dice la cuenta, por favor”-
-“Hoy pago yo”- intentas abrir el monedero.
-“Deja que invite siempre”-
Deja que invite siempre…déjame…total aquí me conocen, aquí me fían…esta calle y sus cafés me abrigan cada noche mientras busco esas huellas… tuyas… esas huellas que me recuerdan quien eres cuando te alejas sin mirar atrás, sin dejar que hable tu inquebrantable silencio.
También a mi me duelen los imposibles que sucumben dentro de la gabardina.
Nunca supe construir puentes que unieran tormentas con bosques, solo entiendo de adobes que se agrietan cuando la tierra esta sedienta de esas palabras que abandonas, que no dejas marchar, solo entiendo de Icaros presos de su cobardía que estrellan sus quejas contra el techo del comedor mientras otras son las manos que ponen la mesa, solo entiendo de espejos que ocultan sus heridas para que la mala suerte no repare en ellas.
Cada día, como un ritual mas, abro esta extraña ventana y busco tu presencia o tu ausencia y en ocasiones ambas cosas aun sabiendo que nunca estarás.
Buscar es muy sencillo cuando sabes de antemano el resultado.
Te busco aun sabiendo que no te encontrare incluso en ocasiones creo que intento no encontrarte para que así sean los recuerdos de ese último paseo los que ocupen el molde de tus pasos.
Y al final…siempre estas, aunque tú pienses lo contrario.
Crees que no…pero te observo desde los ojos del maniquí cuando pasas frente al escaparate y te detienes para ¿pedirme ?…para pedirme sin pedirme nada.
Crees que no…pero te toco… soy cada una de las gotas que resbalan sobre tu sombra acompañando con mi tacto el tacto que encierras en tu silencio.
- Siempre tu silencio-
Crees que no…pero sonrió… estoy dentro del coche que se detiene dejando paso a tu dubitativo caminar mientras suena tu móvil por enésima vez.
Y continúo esperando que tu mirada desvele aquellas palabras tibias que serán sangre o desierto, que serán temblor o certidumbre, que traerán dulzura o sombras sobre una ciudad que se agota entre plásticos y ruidos.
Y al final…de nuevo en ese Madrid caótico…ruidoso…impersonal intentaremos guardar ese tiempo que a nadie pertenece , ese tiempo que vivimos siempre al borde de una despedida , ese tiempo que se consume entre mis palabras perdidas y tu íntimo silencio.
De nuevo Madrid…caótico…ruidoso…impersonal.
Madrid devorando la paciencia de los transeúntes que buscan un refugio en el nombre de una calle.
Aquí Caín no necesita excusas para enfrentarse a un Abel despistado y pitar, maldecir o agredir con una simple mirada saturada por esas razones que se esgrimen con salivilla y puñetazo en la mesa.
Madrid mentira, blasfemia, tumulto, hormiguero, riada.
La tarde se precipita sobre el reloj mientras la sombra de una pequeña criatura perfila murmullos sobre las paredes como si fuera el carmín de unos labios, de unos labios que, en un intento de sonrisa, ¿aprenden? ¿Intentan? ¿evitan? decir que ni la distancia es lejanía ni la espera es tiempo…ambas cosas podrían ser la plata que recubre el envés de los espejos y nadie lo sabría jamás…ambas cosas podrían ser los argumentos que embriagan con dolor la respiración de los sueños y nadie tendría derecho a despertarnos.
No puedo pensar que lo único cierto sea el trayecto que caminamos como una indolente tangente hasta la siguiente espera…hasta la siguiente cita sin fecha…hasta ese instante… indeterminado… al que acudimos cargados de nuestras verdades a medias, de nuestras mentiras sin enhebrar , de los silencios que disuelven la felicidad y así mientras aguardamos la llegada de la lluvia inventamos nombres para las madejas que forman parte del decorado en un escaparate, para las flores de plástico made in Japan, para las caras que visten contra su voluntad los rostros de los transeúntes.
-“¿Me dice la cuenta, por favor”-
-“Hoy pago yo”- intentas abrir el monedero.
-“Deja que invite siempre”-
Deja que invite siempre…déjame…total aquí me conocen, aquí me fían…esta calle y sus cafés me abrigan cada noche mientras busco esas huellas… tuyas… esas huellas que me recuerdan quien eres cuando te alejas sin mirar atrás, sin dejar que hable tu inquebrantable silencio.
También a mi me duelen los imposibles que sucumben dentro de la gabardina.
Nunca supe construir puentes que unieran tormentas con bosques, solo entiendo de adobes que se agrietan cuando la tierra esta sedienta de esas palabras que abandonas, que no dejas marchar, solo entiendo de Icaros presos de su cobardía que estrellan sus quejas contra el techo del comedor mientras otras son las manos que ponen la mesa, solo entiendo de espejos que ocultan sus heridas para que la mala suerte no repare en ellas.
Cada día, como un ritual mas, abro esta extraña ventana y busco tu presencia o tu ausencia y en ocasiones ambas cosas aun sabiendo que nunca estarás.
Buscar es muy sencillo cuando sabes de antemano el resultado.
Te busco aun sabiendo que no te encontrare incluso en ocasiones creo que intento no encontrarte para que así sean los recuerdos de ese último paseo los que ocupen el molde de tus pasos.
Y al final…siempre estas, aunque tú pienses lo contrario.
Crees que no…pero te observo desde los ojos del maniquí cuando pasas frente al escaparate y te detienes para ¿pedirme ?…para pedirme sin pedirme nada.
Crees que no…pero te toco… soy cada una de las gotas que resbalan sobre tu sombra acompañando con mi tacto el tacto que encierras en tu silencio.
- Siempre tu silencio-
Crees que no…pero sonrió… estoy dentro del coche que se detiene dejando paso a tu dubitativo caminar mientras suena tu móvil por enésima vez.
Y continúo esperando que tu mirada desvele aquellas palabras tibias que serán sangre o desierto, que serán temblor o certidumbre, que traerán dulzura o sombras sobre una ciudad que se agota entre plásticos y ruidos.
Y al final…de nuevo en ese Madrid caótico…ruidoso…impersonal intentaremos guardar ese tiempo que a nadie pertenece , ese tiempo que vivimos siempre al borde de una despedida , ese tiempo que se consume entre mis palabras perdidas y tu íntimo silencio.
Madrid tiene tantas miradas como ventanas... y eso lo hace tan grande como caótico, tan bello como extraño.
ResponderEliminarCarpe Diem
Dos lugares emblemáticos de Madrid. Si hay que elegir entre los dos, me quedo con el REtiro. Un abrazo.
ResponderEliminarHermoso texto, y las fotos no pueden ser mejores. Yo también me quedo con El Retiro; cuando estuve iba todas las tardes a caminar o a leer un libro. Bellísimo.
ResponderEliminarGracias por el comentario, amable y cordial como siempre.
BESOS
Genial!!! En breve observaré esos paisajes 'in situ'.Un pequeño viaje, pero que me hace mucha ilusión.
ResponderEliminarTiene mucha razón. Yo siempre digo que Madrid es una ciudad que se deja odiar y amar a la vez. Es una combinación extraña.
ResponderEliminarExacto Mamen, eso es lo que me pasa a mí también, y efectivamente creo que esa es la idea que nos ha querido transmitir Javier con su relato.
ResponderEliminarSe me acaba de ir la conexión, tenía el comentario escrito y se fastidió.
ResponderEliminarDecía que mi "Madriz" tiene de todo, a veces lo odio, pero reconozco que tiene cosas maravillosas, lo que menos me gusta es lo rápido que crece, recuerdo, cuando era pequeña, que jugaba en un campo de espigas, donde luego hicieron un parque en el que jugó mi hijo, en mi barrio, La Prospe, cómo pasa el tiempo, ¡qué horror!
Besos, Miguel.
Espero tener más suerte ahora.
La tuve.
ResponderEliminarBuenas noches.