El 21 de diciembre, mañana se cumplirán tres meses, se bajó por último vez el telón en el Albéniz, teatro situado en el 11 de la calle de la Paz. "La vida es sueño" de Calderón de la Barca tuvo el dudoso honor de ser la última obra que se ha representado allí. No corren buenos tiempos para los amigos de la especulación pero a pesar de ello, las risas, las lágrimas los aplausos y los "bravos" han terminado rindiéndose al poder de los billetes.
Inaugurado en el año 1945, por sus butacas han pasado cientos de miles de personas dispuestas a disfrutar de la magia de este lugar. Los primeros sintomas de flaqueza aparecieron en los ochenta, pero el capote que le echó la Comunidad de Madrid logró que su actividad continuara. Así en 1984 el teatro fue alquilado por la Comunidad que después de remodelarlo, instauró allí un programa artístico estable.
Recientemente se dio por finalizado el periodo de alquiler ya que la Comunidad decidió trasladar sus eventos teatrales a los nuevos Teatros del Canal que dirige Albert Boadella. Aunque varios artistas y colectivos culturales han luchado contra el cierre, hasta ahora todas sus iniciativas han fracasado; en 2003 una sentencia del Tribunal Superior de Justicia acordó que los propietarios no tenían ninguna obligación de mantener el uso cultural en este lugar.
Sus actuales propietarios pretenden demoler el edificio y construir viviendas de lujo, un hotel y un parking. Quizás para acallar bocas, han asegurado que entre sus objetivos también está el construir un nuevo teatro, que compense en parte esta dura pérdida. Mientras que los trabajadores del Albeniz han sido recolocados en los Teatros del Canal, la plataforma de ayuda al Albéniz continúa peleando para que los tribunales otorguen la califiación al inmueble de Bien de Interés Cultural, y evitar así su demolición.
En principio la cosa no pinta bien ya que si pasas ahora por allí verás que cualquier cosa que recuerde al teatro ha desaparecido; la fachada está tapiada con ladrillos, y sólo queda una pequeña puerta a través de la cual aún se puede vislumbrar el cartel de la última programación.
Los tradicionales cines de la Gran Vía van cayendo uno a uno, y los teatros siguen por el mismo camino. Si nada lo remedia el avance y el progreso irán comiéndose a todos estos locales que durante muchos años nos han servido como lugar de entretenimiento, antes de que conociéramos las nuevas modas de los multicines, los vídeos e Internet.
Inaugurado en el año 1945, por sus butacas han pasado cientos de miles de personas dispuestas a disfrutar de la magia de este lugar. Los primeros sintomas de flaqueza aparecieron en los ochenta, pero el capote que le echó la Comunidad de Madrid logró que su actividad continuara. Así en 1984 el teatro fue alquilado por la Comunidad que después de remodelarlo, instauró allí un programa artístico estable.
Recientemente se dio por finalizado el periodo de alquiler ya que la Comunidad decidió trasladar sus eventos teatrales a los nuevos Teatros del Canal que dirige Albert Boadella. Aunque varios artistas y colectivos culturales han luchado contra el cierre, hasta ahora todas sus iniciativas han fracasado; en 2003 una sentencia del Tribunal Superior de Justicia acordó que los propietarios no tenían ninguna obligación de mantener el uso cultural en este lugar.
Sus actuales propietarios pretenden demoler el edificio y construir viviendas de lujo, un hotel y un parking. Quizás para acallar bocas, han asegurado que entre sus objetivos también está el construir un nuevo teatro, que compense en parte esta dura pérdida. Mientras que los trabajadores del Albeniz han sido recolocados en los Teatros del Canal, la plataforma de ayuda al Albéniz continúa peleando para que los tribunales otorguen la califiación al inmueble de Bien de Interés Cultural, y evitar así su demolición.
En principio la cosa no pinta bien ya que si pasas ahora por allí verás que cualquier cosa que recuerde al teatro ha desaparecido; la fachada está tapiada con ladrillos, y sólo queda una pequeña puerta a través de la cual aún se puede vislumbrar el cartel de la última programación.
Los tradicionales cines de la Gran Vía van cayendo uno a uno, y los teatros siguen por el mismo camino. Si nada lo remedia el avance y el progreso irán comiéndose a todos estos locales que durante muchos años nos han servido como lugar de entretenimiento, antes de que conociéramos las nuevas modas de los multicines, los vídeos e Internet.
Me da tanta pena que desaparezcan cines y teatros continuamente en Madrid...
ResponderEliminarEl teatro del Canal, por muy moderno que sea, no vale para nada en comparación con el Albeniz.Se esta perdiendo lo más bonito y tradicional de la ciudad.
El Albéniz duerme el sueño de los justos.
ResponderEliminarAl fin y al cabo es patrimonio que no nos deberían quitar.
ResponderEliminar(Las Vistillas en peligro http://parquedelacornisa.org/firmas.php)
Me recuerda la estupenda canción de Serrat "Los fantasmas del Roxy", sobre la demolición de un cine en Barcelona. Cuantos sueños...
ResponderEliminarUn saludo
Como aficionado al Cante Hondo siento una profunda pena por la desaparicion del teatro Albeniz.
ResponderEliminarEn el descubri y disfrute, año tras año, a los grandes maestros del cante y el toque en el festival que patrocina Caja Madrid y que este año se lo han llevado al nuevo teatro de Canal.
No tiene color.
Despues de un recital en el Albeniz, salias a la calle y te perdias por las calles del centro de nuestra ciudad y respirabas el ambiente de la noche madrileña.
Y lo de los cines...ahora hay que coger el coche para ir al MegaCentroComercial pues en mi barrio ya no queda ni uno, atiborrado de gente. Con sus McDonals o sus bares de franquicias en el que comes mal y te cuesta un guebo.
Una Mierda!
En Bcn también pasa, hay muchos cines que acaban cerrando para hacer pisos y grandes superficies...
ResponderEliminarBesicos
Es una pena que desaparezcan los teatros, al igual que los cines son lugares mágicos.
ResponderEliminarAunque construyan nuevos nunca tendrán ese aire decadente y lleno de historia de los antiguos.
Un saludo.
Qué pena esos ladrillos tapiando una puerta por la que se entraba a disfrutar del arte, de la cultura en vivo. Perder un teatro es una mutilación para una ciudad. Aunque tenga otros escenarios.
ResponderEliminarLa verdad es que es una pena, la especulación no perdona, quizá deberíamos ir más al teatro, si fuese un gran negocio no los cerrarían tan alegremente.
ResponderEliminarDeberían declararle inmueble de Bien de Interés Cultural.
Yo trabajo frente a los Teatros Canal, los veo desde la ventana.
Besos, Miguel.
Qué pena. Yo he ido a ver allí alguna obra de teatro.
ResponderEliminar¿Pisos de lujo? claro, lo que da dinero. Siempre pesa más el dinero que nada. Una pena.