"¿Me engañan los ojos o el deseo? Donde existió un teatro ahora sólo es calles o ¿la calle toda ahora es un teatro? ¿Me engañan los ojos o el deseo?" Estas palabras aparecen en una medianera del nº 27 de la calle de la Cruz, junto al trampantojo, realizado en 1990 por Angel Aragonés, que recoge una panorámica más o menos actual de la calle Espoz y Mina.
Allí estuvo el Corral de Comedias de la Cruz, uno de los más famosos "teatros" del Madrid de hace unos siglos. Inaugurado en 1579, fue un simple corral descubierto hasta que en 1743 se construyó el primer edificio, y allí aguantó hasta que en 1859 fue derribado. Su popularidad se debía en parte a que en él se representaban algunas obras del Siglo de Oro, especialmente de Lope de Vega y Cervantes. Sin embargo fue más conocido aún por ser el lugar preferido de Felipe IV, que acudía allí para disfrutar (en los dos sentidos) con la actriz, Mª Inés Calderón "La Calderona".
En 1627, con dieciséis años, La Calderona debutó en el Corral de la Cruz y pronto su belleza y su arte llegaron a oídos de Felipe IV, que a falta de cosas mejores en las que gastar el tiempo, acudió raudo al teatro. La belleza de la joven le cautivó y de inmediato la convirtió en una de sus amantes. De esa relación nació en 1629 Juan José de Austria, al que Felipe IV tardó trece años en aceptar como hijo legítimo. El que finalmente le reconociera no se debió lógicamente a ningún test de paternidad sino a la falta de herederos varones. De los doce hijos que tuvo en sus relaciones oficiales, sólo tres llegaron a los 18 años, y de estos el único varón fue Carlos II "El Hechizado", que no nació hasta 1661.
Más preocupado por las faldas que por el gobierno, el llamado “Rey Planeta” o “el Grande”, vio impasible como el imperio español comenzaba su inexorable declive. Queda para la posteridad una memorable frase en la que Francisco de Quevedo le comparó con un agujero: “más grande cuanta más tierra le quitan”.
Ahí estuve yo desayunando el sábado, con todo el frío, que cosas...
ResponderEliminarBesicos
Pues paso por ahí bastante amenudo porque trabajo cerquita y parece de broma pero no me he fijado en ese Trampantojo, seguro que lo he mirado, bueno, lo he mirado pero no lo he visto porque si no, no me lo explico. Voy a tener que bajar un poco a la tierra y para fijarme en estas cosas! ;-p.
ResponderEliminarGracias por ese trozo de historia. Bss
Por cierto, ayer entré pero no se podían dejar comentarios...
ResponderEliminarSi es que hay que estar a lo que hay que estar. Así nos fue.
ResponderEliminarHe pasado varias veces por allí ;-)
Pues es bonito. A mi me gustan mucho los trampantojos.
ResponderEliminarPena de pintadas que lo estropean.
Buena clase didáctica.
Un abrazo
Ese si que lo conozco, debajo hay una tienda donde me hago yo camisetas con fotos jeje
ResponderEliminarbessetes
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Saludos y mucha suerte.
Otro trampantojo, me encantan, tendré que ir a verlo también.
ResponderEliminarHay que ver como son estos reyes, no tienen remedio.
Buenísimo lo del agujero de Quevedo.
Con mi viaje a Galicia, tengo un retraso tremendo, tendré que ponerme al día.
Muchos besos, Miguel.
me encanta todos los trampantojos q hay en madrid, lo q no entiendo xq los grafiteros no los toman como suyos y los dejan en paz, le encantaría a mi amiga artistica en keteke...
ResponderEliminarY los más hermosos; las pinturas de la escalera del monasterio de las Descalzas Reales...
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