Muy cerca de la Plaza de la Villa está la calle Sacramento, una de las vías con más leyendas de Madrid. La de hoy tuvo lugar una fría y desapacible noche de 1745, y tiene como protagonista a Juan de Echenique, capitán de la real guardia de Corps, que con su bien ganada fama de mujeriego y jugador, dedicaba sus ratos libres a cumplir devotamente con sus dos pasiones. Esa noche caminaba apesadumbrado después de perder bastante dinero en una timba, cuando a la altura de la calle Sacramento comprobó como la suerte volvía a sonreírle. La melodiosa voz de una hermosa joven, asomada a una ventana, le animaba insinuante para que subiera a casa.
Impresionado por su belleza, Juan no tardó un instante en aceptar tan apetecible proposición. De dos en dos subió las escaleras hasta que llegó a la habitación donde le esperaba la desconocida, y como no podía ser de otra forma, con ella disfrutó de una de sus más locas noches de pasión. En uno de sus pocos momentos de descanso entre faena y faena, las campanas de la cercana Iglesia de San Justo le devolvieron a la realidad: era la hora de volver a Palacio para realizar el relevo de la guardia. Se vistió lo más rapidamente que pudo y abandonó la casa no sin antes besar una vez más a aquella maravillosa mujer.
Al llegar a la calle Mayor Juan notó que en su precipitada salida había olvidado su espadín en la casa. Deshizo el camino andado y cinco minutos después estaba de nuevo frente a la casa. Al llegar llamó varias veces pero nadie contestaba, es más, un grueso y oxidado candado cerraba aquel lugar a cal y canto. Extrañado por la situación decidió insistir hasta que un vecino alarmado por los golpes se asomó al balcón y le dijo que era inútil que llamara allí porque la casa llevaba cincuenta años abandonada. Juan no dio crédito a tales afirmaciones e insistió, por lo que el vecino le dejó por imposible y volvió, a terminar los deberes con su mujer. Valiéndose de sus mañas, Juan logró entrar en la casa y comprobó atónito como lo que antes era lujo y opulencia se había convertido en un conjunto de mugre y telarañas.
Sorprendido, su corazón casi le da un vuelco cuando tras quitar el polvo de un cuadro situado en la habitación del pecado, vio como la mujer pintada era su amada. La fecha del cuadro no dejaba lugar a dudas, estaba pintado hacía medio siglo. Aterrado, como si hubiera visto al mismo diablo, intentó escapar pero en su huida tropezó con un sillón del que colgaba más reluciente que nunca su espadín. Juan tomó todo aquello como una señal inequívoca del más allá, y tras llegar a casa decidió abandonar su anterior vida e ingresar en un convento. La casa fue derruida años después y hoy se encuentra allí un aparcamiento municipal.
Impresionado por su belleza, Juan no tardó un instante en aceptar tan apetecible proposición. De dos en dos subió las escaleras hasta que llegó a la habitación donde le esperaba la desconocida, y como no podía ser de otra forma, con ella disfrutó de una de sus más locas noches de pasión. En uno de sus pocos momentos de descanso entre faena y faena, las campanas de la cercana Iglesia de San Justo le devolvieron a la realidad: era la hora de volver a Palacio para realizar el relevo de la guardia. Se vistió lo más rapidamente que pudo y abandonó la casa no sin antes besar una vez más a aquella maravillosa mujer.
Al llegar a la calle Mayor Juan notó que en su precipitada salida había olvidado su espadín en la casa. Deshizo el camino andado y cinco minutos después estaba de nuevo frente a la casa. Al llegar llamó varias veces pero nadie contestaba, es más, un grueso y oxidado candado cerraba aquel lugar a cal y canto. Extrañado por la situación decidió insistir hasta que un vecino alarmado por los golpes se asomó al balcón y le dijo que era inútil que llamara allí porque la casa llevaba cincuenta años abandonada. Juan no dio crédito a tales afirmaciones e insistió, por lo que el vecino le dejó por imposible y volvió, a terminar los deberes con su mujer. Valiéndose de sus mañas, Juan logró entrar en la casa y comprobó atónito como lo que antes era lujo y opulencia se había convertido en un conjunto de mugre y telarañas.
Sorprendido, su corazón casi le da un vuelco cuando tras quitar el polvo de un cuadro situado en la habitación del pecado, vio como la mujer pintada era su amada. La fecha del cuadro no dejaba lugar a dudas, estaba pintado hacía medio siglo. Aterrado, como si hubiera visto al mismo diablo, intentó escapar pero en su huida tropezó con un sillón del que colgaba más reluciente que nunca su espadín. Juan tomó todo aquello como una señal inequívoca del más allá, y tras llegar a casa decidió abandonar su anterior vida e ingresar en un convento. La casa fue derruida años después y hoy se encuentra allí un aparcamiento municipal.
Madrid y tú sois increíbles.
ResponderEliminarGracias, Ignacio
los cobardes siempre se meten al convento cuando truena jejeje
ResponderEliminarque mal rollo..pero eso le pasa por meterse en casas desconocidas jaja
ResponderEliminarsalu2
Me encantan estas historias, Miguel...
ResponderEliminarQué luz tan linda, luz de Madrid, la de tus fotos!
Un abrazo!
Gracias por compartir la leyenda, qué miedito!!
ResponderEliminarque miedo... tienen cierto peligro los rolletes de un día... Los de ayer y hoy...
ResponderEliminarXD
Felicidades, ya yevas 118 post... x cierto, ya colge en mi blog el link para descargar TUNELES de Roderick Gordon: es de mediafire, solo agregas al final de la direccion esto: ?zwmmmmzkjjm
ResponderEliminarQué historia tan bonita. Cuando pase por allí me acordaré de ella y ya no lo veré como un aburrido aparcamiento. Incluso pienso contar a mis acompañantes la historia para que vean todo lo que sé. Jajaja.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Bonita leyenda, si señor.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy buen relato. yo por lo menos me he crido esta bonita leyenda. Esta zona de Madrid tiene muchas historias porque es una de las más antiguas de Madrid
ResponderEliminar¡Qué miedo!, esto casi parece una historia de terror, no había oído nunca esta leyenda.
ResponderEliminarEl tal Juan no tenía término medio, ni tanto ni tan calvo.
Una pena que la casa haya sido sustituida por un aparcamiento.
Es bonito Madrid, no sé por qué no lo aprecio más.
Un beso.
¡¡¡¡Hola!!!!
ResponderEliminarMadre mía, que maravilla de historia... No sé como darte las gracias por mostrar esa magia que Madrid te hace sentir cuando paseas por sus calles, tu le das identidad a esa magia con el nombre de calles, imágenes que nos ofreces a través de fotografías...
GRACIAS MIGUEL
Me apunto por supuesto, la calle para pasarme por allí si puedo estas mismas navidades.
Un saludo y un millón de gracias por pasarte por mi blog.
PD: Quien sabe quizá algún día aparezca en una de tus fotos, sentada por la calle vendiendo mis joyitas :P (es una idea que tengo en mente eh???) XDDD