
La Inquisición fue un Tribunal eclesiástico establecido para descubrir y castigar los supuestos delitos cometidos contra la fe. En España los primeros tribunales se formaron en 1242, aunque fue a partir de 1478, ya con los Reyes Católicos, cuando alcanzaron su máximo esplendor. Su desaparición se produce en el año 1834, aunque antes había sido suspendida temporalmente durante la ocupación francesa.

Paseando por Madrid aún puedes encontrar lugares que durante aquellos tristes años fueron escenarios de las tropelías cometidas por esta institución. Así, junto al Senado, en el número 14 de la Calle Torija, se encuentra el edificio donde estuvo el Consejo Supremo del Santo Oficio desde 1780. Una leyenda en su fachada dejaba claro lo que allí encontrarías:
«Exurge Domine et judica causam tuam» (Alzate Dios, y juzga tu causa).
Anteriormente, este tribunal, encargado de revisar las causas y de dar las instrucciones de cómo actuar

a los demás tribunales, estaba a pocos metros de allí, en el número 4 de la Calle Isabel la Católica. El edificio que lo albergaba lo ocupa hoy día un hotel, cuyo restaurante recibe el nombre de Inquisición.
Los condenados eran conducidos de la calle Torija a la Plaza de Santo Domingo
(foto debajo de este párrafo), sufriendo en ese pequeño trayecto todo tipo de humillaciones. Allí estaba el Monasterio de Santo Domingo, en el que se celebraron la mayor parte de los autos de fe de Madrid. De este monasterio tampoco queda nada ya que en 1869 se procedió a su derribo. Finalmente, de allí eran llevados hasta la Plaza Mayor, lugar principal de las ejecuciones hasta el año 1795.

Cuando la sentencia de la Inquisición era condenatoria, el reo debía participar en la ceremonia denominada auto de fe, que solemnizaba su retorno al seno de la Iglesia, o su castigo como hereje. Antes de celebrarse este auto de fe, salían de procesión la Cruz Blanca y la Cruz Verde (emblema de la Inquisición), la primera hacia el quemadero y la segunda con destino a la Plaza Mayor.

Cerca de Puerta Cerrada está la Plaza de la Cruz Verde, que debe su nombre a una gran cruz de madera pintada en verde que se utilizó en el último auto de la Inquisición, y que se estaba colocada en la muralla de la huerta del Sacramento, donde hoy se encuentra la fuente con la estatua de Diana Cazadora
(foto al final de la entrada).
Es difícil calcular cuántas personas se vieron implicadas en procesos inquisitoriales, aunque por desgracia fueron bastantes. Al menos, esta es una época de la que la Iglesia por suerte ya ha renunciado. Así, hace cuatro años el Vaticano reconoció los abusos cometidos, aunque matizando que había que tener en cuenta la mentalidad de la época, y que según ellos hubo muchas exageraciones en toda la leyenda negra.