Después de muchas horas, con tocino y un chusco de pan, dos naranjas son su merienda-cena. Antonio cree que son mandarinas pero su madre asegura que son naranjas. La guerra continúa y con ella el racionamiento, la miseria y el hambre.
Cuando está a punto de llorar, por el dolor que le corroe el estómago, oye unos pasos. Al volverse ve a Lucio, con el abdomen hinchado y los ojos como platos, recogiendo las cáscaras, que casi sin pasar por sus manos, devora con ansia. Entonces es cuando, tras mirar la naranja que aún le queda, rompe a llorar.
* En este caso, para variar, la foto no es mía sino que está tomada de la red.
Cuando está a punto de llorar, por el dolor que le corroe el estómago, oye unos pasos. Al volverse ve a Lucio, con el abdomen hinchado y los ojos como platos, recogiendo las cáscaras, que casi sin pasar por sus manos, devora con ansia. Entonces es cuando, tras mirar la naranja que aún le queda, rompe a llorar.
* En este caso, para variar, la foto no es mía sino que está tomada de la red.
Qué triste y qué real en épocas de hambre!! Un abrazo
ResponderEliminarA veces, los comentarios sobran.
ResponderEliminarWinnie0 y hace menos tiempo del que nos pensamos sucedió aquí.
ResponderEliminarMiguel Angel tienes toda la razón.
Gracias a los dos por pasar. Saludos.
En este caso, es cierto, los comentarios sobran.
ResponderEliminarElysa pues entonces dejémoslo asi. Saludos. Gracias por dejar aquí huella de tu paso.
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