viernes, 18 de junio de 2010

La monja que ponía huevos

A principios del siglo XIX, el 6 de la calle Cantarranas, hoy Lope de Vega, era un continuo ir y venir de gentes. Ricos y pobres se arremolinaban allí para conseguir algún parabién de la nueva sierva de Dios, la «beata Clara». Acudían hasta consejeros de Estado, necesitados de su inspiración divina para resolver sus problemas.

Definida por sus acólitos como “portento de la fe y amiga particular de los santos del Cielo” esta experta en todo tipo de magia solucionaba todo tipo de problemas: sexuales, económicos, políticos, nada se le resistía. Incluso los más crédulos llegaron a afirmar que la “santa”, que sólo se alimentaba de pan eucarístico, era capaz de poner huevos de gallina ¿?

La afluencia de gente a su domicilio era tan grande que tuvo que “sacrificarse” y mudarse a otra casa situada en la calle de los Santos, junto al templo de San Francisco para seguir con sus tejemanejes. Realmente la encargada de tramitar "las milagrerías", y su cobro posterior, era la madre de la beata, ya que ésta bastante tenía con su estado de exaltación permanente.

Su poder de persuasióne ra tal que incluso el ilustrísimo Obispo auxiliar de Madrid pidió al Nuncio apostólico que acudiera a visitarla y más tarde consiguieron permiso del Papa para celebrar en su domicilio el santo sacrificio, y una dispensa para hacer los tres votos de monja de Santa Clara, eso sí sin la obligación de la clausura ya que sus múltiples dolencias se lo impedían.

Delatada por una de sus sirvientas al párroco de San Andrés, el 14 de julio de 1803 fue apresada y conducida a la cárcel de la Inquisición, junto a sus dos principales cómplices. La declaración de la sirvienta no tiene desperdicio: “Esa mujer no es tal santa, sino una grandísima pécora de la peor especie, hija de otra más pécora aún. Lejos de lacerar sus carnes, todos los días las baña en agua de rosas; a cada hora tiene un amante y las penitentes que le acompañan no son más que lobas de la misma camada, con su lobo correspondiente. Allí nunca se supo lo que fue ayunar ya que se dan los más abundantes banquetes”.

Pese a ello sus seguidores siguieron creyendo en su santidad, y a tanto llegó su fervor que la Inquisición tuvo que clausurar su vivienda, ya que allí acudían en tropel para llevarse cualquier cosa de la cosa, hasta yeso de las paredes, y guardarlo como reliquia. Como se puede ver, da igual la época de la que se trate, pero siempre hay espabilados dispuestos a hacer su agosto con las miserias de la gente.

P.D. Ayer publiqué en mi otro blog una nueva entrada titulada "Enlaces"

6 comentarios:

  1. Llamarla pécora era mucho llamarla....jaja Curiosa historia. Un beso

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  2. Este tipo de gentucilla ha exisitido siempre. Es una pena que se aprovechen de las necesidades de la gente. Si la susodicha monja viviera ahora, sería alguna vidente de algún programa de televisión. Buen fin de semana!!

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  3. simpre ha habido gente asquerosa.
    Por cierto, en 1803 no podía haber obispo auxiliar de Madrid porque nuestra diócesis nación casi cien años después, en 1885...

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  4. Estoy con J. J. y Didac. De estos siempre ha habido ejemplos... lamentablemente. Esperemos que vaya habiendo cada vez menos.

    Carpe Diem

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  5. "A cada hora tiene un amante". Qué control de los vecinos.

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  6. Winnie0 yo creo que se quedaba corta con lo de pécora. Besos.

    J.J.Guerra eso seguro. Aún quedan de ésas y bastantes, por desgracia. Buen fin de semana.

    Didac gracias por el apunte. Así da gusto.

    Cosechadel66 supongo que por desgrcia existirán siempre. Carpe Diem.

    Stultifer en este caso la que controlaba era la sirvienta por lo que tiene excusa, pero no te extrañe que los vecinos también estuvieran al día.

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