Seguro que en más de una ocasión habrás oído, e incluso habrás dicho, que algo está en el quinto pino, e incluso de forma más soez que está en el quinto coño, cuando quieres referirte a que está bastante alejado. Pues bien, el origen de la segunda expresión, la del coño, desconozco cuál es, pero el de la primera, la del pino, tiene su origen en Madrid.
Parece ser que en el siglo XVIII se plantaron, entre el paseo de Recoletos y la calle de Alcalá, cinco enormes pinos colocados en hilera y con una importante separación entre unos y otros. El último de los pinos, el quinto, quedaba en lo que antes eran las afueras de la ciudad y no era frecuentado en demasía por los madrileños. Pues bien, esa soledad del quinto pino fue aprovechada por las parejas para dar rienda suelta a sus más secretas pasiones seguros de que allí no serían molestados.
Lógicamente eran otros tiempos y eso de mostrarse el amor en público cuando aún no se estaba casado por la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana no estaba muy bien visto. De ahí que los que quisieran pasar de un siempre agarrón de manos tuvieran que irse al quinto pinto para intentar conocer algo más a fondo a su amor. Han pasado los años y los sentimientos ya no se ocultan ante nada ni nadie pero la expresión se ha quedado entre nosotros.
Parece ser que en el siglo XVIII se plantaron, entre el paseo de Recoletos y la calle de Alcalá, cinco enormes pinos colocados en hilera y con una importante separación entre unos y otros. El último de los pinos, el quinto, quedaba en lo que antes eran las afueras de la ciudad y no era frecuentado en demasía por los madrileños. Pues bien, esa soledad del quinto pino fue aprovechada por las parejas para dar rienda suelta a sus más secretas pasiones seguros de que allí no serían molestados.
Lógicamente eran otros tiempos y eso de mostrarse el amor en público cuando aún no se estaba casado por la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana no estaba muy bien visto. De ahí que los que quisieran pasar de un siempre agarrón de manos tuvieran que irse al quinto pinto para intentar conocer algo más a fondo a su amor. Han pasado los años y los sentimientos ya no se ocultan ante nada ni nadie pero la expresión se ha quedado entre nosotros.
JAJA QUÉ BUENO MIGUEL!!! CONTIGO NO DEJO DE APRENDER...¡ME ENCANTA! UN BESO
ResponderEliminarTodo un descubrimiento. Siempre me ha sorprendido la fuerza que ha tenido Madrid para crear frases hechas y refranes... Saludos, Jesús
ResponderEliminarMe llevo el quinto pino al escalón 39. Saludos
ResponderEliminarjajajaja, me encanta, de verdad, qué buena la historia. ¿Existirá todavía nuestro 5º pino?
ResponderEliminarUn abraz
jejeje que bueno....
ResponderEliminarMuchas gracias por el relato...
Carpe Diem
JAAAJAAAAAAAAAA!!!!!! lo que no inventemos los madrileños, JAAAAA!!!!
ResponderEliminarY digo yo, si quienes querían tocar algo más que la mano debía irse al quinto pino, entonces, el quinto pinto estaba más frecuentado que lo que a priori se piensa, ¿no?
JAAAAAAAA!!!
¡Nos has dejado otro delicatessen Miguel!
Miguel
¡Qué curioso! ¡Ya no se me va a olvidar el origen de esta expresión! jejeje Me gusta este blog. Gracias a él, descubro infinidad de cosas interesantes sobre Madrid ;-)
ResponderEliminarSaludos, Isa (Murcia)
Me ha encantado la historia!!
ResponderEliminarfijate. Y ahora no queda tan lejos.
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