Nos encontramos en el Madrid de 1478, y la protagonista de esta leyenda es Doña María de Cárdenas, que vivía junto a su marido en un palacete situado junto al Monasterio de Santo Domingo el Real, en la actual cuesta de Santo Domingo, y derribado en 1869.
Es Doña María una mujer caracterizada por su deficiente salud, que le provoca padecer ocasionalmente unos ataques que la dejan en un estado similar al de la muerte. A pesar de ello nada debe temer ya que siempre junto a ella se encuentra su marido, quien siguiendo los consejos de un afamado físico de la Corte, le aplica cuando es menester los remedios necesarios para traerla de vuelta a este mundo.
La fatalidad hace que su marido tenga que ausentarse de Madrid durante un prolongado espacio de tiempo. Temeroso de que en su ausencia su mujer vuelva a tener uno de sus desdichados ataques, el marido deja dicho a sus criados que si su señora sufre alguno, ellos deben actuar como él les ha enseñado, sin alarmarse por su estado ya que en poco tiempo María volverá en sí.
Como no podía ser de otra forma, tras partir el marido, María sufre uno de sus ataques. La mala fortuna hace que María caiga en un estado de inconsciencia mayor del habitual: pálida como la luna, María no tiene pulso, sus latidos no se escuchan y tampoco se percibe su aliento. No hay duda, en esta ocasión María no ha conseguido superarlo y ha decidido pasar a mejor vida, por lo que los criados tras hacerle llegar la triste noticia a su marido, deciden darle sepultura en un panteón familiar del monasterio.
Tres meses después regresa el marido a la capital y afligido por la pena decide visitar la tumba de la mujer con la que había pasado sus mejores años. Al llegar al panteón, el marido descubre con gran estupor que el ataúd en el que descansa su amada está entreabierto. Al acercarse comprueba como una mano inerte sobresale ligeramente. Presa del pánico abre el ataúd y acongojado descubre los múltiples rasguños que "adornan" el interior de la tapa.
La catalepsia fue durante siglos una enfermedad maldita que provocó que en numerosos casos personas que la padecían fueran enterradas en vida. El miedo que provocaba hizo que en algunos países se colocaran sobre las tumbas unas campanillas acordonadas a la muñeca del fallecido, para que si reviviera pudiera dar aviso. De ahí la expresión "salvados por la campana". Para la historia queda la célebre frase del político británico lord Chesterfield: “Lo único que deseo para mi entierro es no ser enterrado vivo”.
Es Doña María una mujer caracterizada por su deficiente salud, que le provoca padecer ocasionalmente unos ataques que la dejan en un estado similar al de la muerte. A pesar de ello nada debe temer ya que siempre junto a ella se encuentra su marido, quien siguiendo los consejos de un afamado físico de la Corte, le aplica cuando es menester los remedios necesarios para traerla de vuelta a este mundo.
La fatalidad hace que su marido tenga que ausentarse de Madrid durante un prolongado espacio de tiempo. Temeroso de que en su ausencia su mujer vuelva a tener uno de sus desdichados ataques, el marido deja dicho a sus criados que si su señora sufre alguno, ellos deben actuar como él les ha enseñado, sin alarmarse por su estado ya que en poco tiempo María volverá en sí.
Como no podía ser de otra forma, tras partir el marido, María sufre uno de sus ataques. La mala fortuna hace que María caiga en un estado de inconsciencia mayor del habitual: pálida como la luna, María no tiene pulso, sus latidos no se escuchan y tampoco se percibe su aliento. No hay duda, en esta ocasión María no ha conseguido superarlo y ha decidido pasar a mejor vida, por lo que los criados tras hacerle llegar la triste noticia a su marido, deciden darle sepultura en un panteón familiar del monasterio.
Tres meses después regresa el marido a la capital y afligido por la pena decide visitar la tumba de la mujer con la que había pasado sus mejores años. Al llegar al panteón, el marido descubre con gran estupor que el ataúd en el que descansa su amada está entreabierto. Al acercarse comprueba como una mano inerte sobresale ligeramente. Presa del pánico abre el ataúd y acongojado descubre los múltiples rasguños que "adornan" el interior de la tapa.
La catalepsia fue durante siglos una enfermedad maldita que provocó que en numerosos casos personas que la padecían fueran enterradas en vida. El miedo que provocaba hizo que en algunos países se colocaran sobre las tumbas unas campanillas acordonadas a la muñeca del fallecido, para que si reviviera pudiera dar aviso. De ahí la expresión "salvados por la campana". Para la historia queda la célebre frase del político británico lord Chesterfield: “Lo único que deseo para mi entierro es no ser enterrado vivo”.
Jo Miguel...¡qué pasada de historia! ¿lo de salvados por la campana viene de ahí? ni idea..y la pobre...ahí con la manita fuera...¡pobriña!...eso le pasa por dejar que el marido se vaya de parra meses...jaja. Bueno gracias por una historia que enseña y sobrecoge...besos y feliz lunes
ResponderEliminarVamos a ver tú ¿ Has pensado lo que has dicho? Ella no tenía la culpa, ni su marido ni nadie de que su marido se fuese de viaje. Y pobrecilla la señora, hacho enserio. Para hacer esos comentarios, no comentes ¿Vale? Esque a sido una falta de respeto, así que para la proxima vez ya sabés. Gracias :)
EliminarMira que he pensado yo veces eso, tiene que ser HORRIBLE. Uffff!
ResponderEliminarYo por eso quiero que me incineren :) ;) (jo, qué tema para empezar el lunes, jaja)
Hacho tio eso si te pasa a ti, puff. Tiene que ser horrible enserio, despertarte y ver que estás bajo tiera. Y que quieres salir, la desesperación, el nerviosismo, no te escucha nadie, y encima que poco a poco te vas quedando sin obsigeno. Hacho.... yo eso no se lo deseo a nadie, enserio. Porque en los cementerios, siempre ahí alguien. Y que tu grites, y el o ella o ellos y ellas lo escuchen. Pero salgán corriendo, porque se creen que es otra cosa. Y que ellos o ellas o el o ella, sepa que tú estas ahí y no hacen nada. Tio, eso tiene que ser horrible. Nadie se lo imagina, en la antiguadad la catalepsia era y es una putada de enfermedad. Y aún se sigue enterrando a gente vive, pero ya a lo mejor es de 1 el 25 por ciento. 1 Un o ona, mujer o un hombre esta enterrado vivo. Vamos a ver que el 24 no, vamos a ver que es muy raro que te pasé eso hoy en día. Pero siempre ahí que esperar 24 horas por lo menos, ahora existe que tu vas al médico. Y te hace unas pruebas, para saber que ya sí que estas muerto. Deberían llevar ahí a sus seres queridos por si acasó, y esperar 24 horas. Y a los catalepsicos llevadlo, al hospital. Para que lo hagan esas pruebas, por eso antiguamente se esperaba 24 horas. Y ahora, para que no pasase eso. Bueno este es mi consejo, ojalá que lo sigan gracias :)
EliminarY lo más gracioso, las monjas pudieron oir los gritos de la mujer y se pasaron varios días rezando acojonadas pensando que se trataba de un ánima en pena
ResponderEliminarpuff, escalofriante, pobre mujer lo que se tiene que sufrir..
ResponderEliminarun abrazo
Ni te lo imaginas, tú ni nadie di yo NADIE. Sabé lo que es eso en verdad, que tú te despiertes ahí. Como han dicho en un comentario, yo opinó lo mismo enserio.
EliminarUn besazo :)
¡Qué muerte más horrorosa!
ResponderEliminarMIGUEL
Ya te digo....
EliminarWinnie0 según tengo entendido lo de salvados por la campana es una expresión inglesa que viene de ahí.
ResponderEliminarMamen pues ante la duda yo casi que prefiero también la incineración, así no hay vuelta de hoja.
En efecto Matritensis, al principio pensaban que era un alma en pena, y después cuando supieron lo ocurrido decidieron que por ayuda divina se había producido la resurreción de María pero debido a su desinterés en los gritos ella había vuelto a morir.
Yaves escalofriante es poco. A mí desde luego no me gustaría estar en su pellejo. Por cierto, tendré en cuenta el comentario que me dejaste en la entrada de la prostituta de Lavapiés.
Anapedraza (Miguel). Por suerte hoy día, al menos en nuestra sociedad se hacen una serie de pruebas para que no sucedan hechos como estos, pero la verdad es que nunca se sabe.
Por cierto las dos fotos que acompañan esta entrada las he tomado en la Sacramental de Santa María, lugar del que en pocos días haré una entrada.
Saludos a todos, y gracias por vuestros comentarios
Es una historia terrible, Miguel. Pobre mujer, no se lo deseo a nadie.
ResponderEliminarUltimamente hay discrepancias en la consideración sobre cuándo se produce exactamente la muerte. Por lo visto no es cuando el corazón se para, horas después aún se sigue con vida.
ResponderEliminarGlub... glub... glub...
¿¡ Su desinterés en los gritos !?
ResponderEliminarJoer que historia, desde luego pone los pelos de punta ays
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