Si te hace falta alguna cosa, estás harto de buscar en todos los sitios convencionales y sigues sin dar con ella, no desesperes aún no está todo perdido. Entre la Calle de Toledo, la Calle de Embajadores y la Ronda de Toledo puedes hacer una visita al Rastro, el mercadillo callejero más conocido de Madrid, e incluso diría que de toda España. Allí todos los domingos podrás bucear entre los numerosos puestos y podrás encontrar los objetos más inverosímiles que puedas imaginar.
El nombre de este legendario mercadillo, recomendado en todas las guías de turismo, se debe al rastro de sangre que dejaban las reses cuando eran arrastradas de un lugar a otro del matadero. Y es que en este lugar se abrió en 1497 el primer matadero muncipal, y en su entorno se encontraban las tenerías donde se aprovechaban las pieles para su curtido, de ahí el nombre de la calle de la Ribera de Curtidores, que junto a la Plaza de Cascorro es de los lugares más emblemáticos del Rastro.
A mediados del siglo XVII, aquí se mezclaban los negocios de la carnicería y curtidos de pieles con los de venta de zapatos, correajes o monturas. Un siglo después llegaron los vendedores de comestibles y herramientas. Ya en el XIX aparecen entre otros, los vendedores de libros antiguos, anticuarios, chamarileros y hasta objetos robados. Desde entonces la variedad de productos fue creciendo, hasta que a partir de 1984 el Ayuntamiento decidió iniciar una profunda regulación de este lugar.
Así, se prohibieron puestos en algunas calles, se eliminaron otros, y se decidió cobrar a los vendedores una contribución anual. Después de todo este proceso quedaron menos de 2000 vendedores, cada uno con su puesto asignado por el Ayuntamiento. La única traba que se les pone es que no pueden vender comestibles o animales, a no ser que se trate de sitios autorizados.
Paseando por el Rastro podrás ver a la venta todo tipo de objetos, modernos y antiguos, incluso hay calles especializadas en determinados productos. Podrás encontrar zonas en las que se venden pinturas, en otras antigüedades, e incluso otra en la que podrás completar esa colección de cromos que nunca pudiste acabar. Además podrás cruzarte con todo tipo de personas, desde los Hare Krishna hasta el gitano con la cabra, sin olvidar a los amigos de lo ajeno, siempre dispuestos a actuar sobre tu bolso o cartera en cuanto tengas el menor descuido.
El nombre de este legendario mercadillo, recomendado en todas las guías de turismo, se debe al rastro de sangre que dejaban las reses cuando eran arrastradas de un lugar a otro del matadero. Y es que en este lugar se abrió en 1497 el primer matadero muncipal, y en su entorno se encontraban las tenerías donde se aprovechaban las pieles para su curtido, de ahí el nombre de la calle de la Ribera de Curtidores, que junto a la Plaza de Cascorro es de los lugares más emblemáticos del Rastro.
A mediados del siglo XVII, aquí se mezclaban los negocios de la carnicería y curtidos de pieles con los de venta de zapatos, correajes o monturas. Un siglo después llegaron los vendedores de comestibles y herramientas. Ya en el XIX aparecen entre otros, los vendedores de libros antiguos, anticuarios, chamarileros y hasta objetos robados. Desde entonces la variedad de productos fue creciendo, hasta que a partir de 1984 el Ayuntamiento decidió iniciar una profunda regulación de este lugar.
Así, se prohibieron puestos en algunas calles, se eliminaron otros, y se decidió cobrar a los vendedores una contribución anual. Después de todo este proceso quedaron menos de 2000 vendedores, cada uno con su puesto asignado por el Ayuntamiento. La única traba que se les pone es que no pueden vender comestibles o animales, a no ser que se trate de sitios autorizados.
Paseando por el Rastro podrás ver a la venta todo tipo de objetos, modernos y antiguos, incluso hay calles especializadas en determinados productos. Podrás encontrar zonas en las que se venden pinturas, en otras antigüedades, e incluso otra en la que podrás completar esa colección de cromos que nunca pudiste acabar. Además podrás cruzarte con todo tipo de personas, desde los Hare Krishna hasta el gitano con la cabra, sin olvidar a los amigos de lo ajeno, siempre dispuestos a actuar sobre tu bolso o cartera en cuanto tengas el menor descuido.
El rastro es un lugar curioso por la diversidad de cosas y gente que puedes llegar a ver, pero he de confesar que a mi me agobia tanta gente. Eso de no tener libertad para ver algún puesto porque la marea humana te va llevando si o si...
ResponderEliminarCuriosa la historia, no tenía ni idea de donde venía lo del Rastro. Siempre se aprende una cosa nueva contigo eh? Gracias compañero
Merece la pena ir al rastro, aunque sólo sea una vez en la vida, para observar sus gentes y vivir su ambiente.
ResponderEliminarMuy buenas fotos.
Un abrazo.
Un lugar donde sentirse acompañado de todo tipo de gente, y curiosamente también donde perderse a gusto entre la multitud, hay para todos.
ResponderEliminarSaludos.
más de 100 años lleva allí la estatua de Eloy Gonzalo. Cuántas veces habrá sido comprada y vendida a incautos ...
ResponderEliminarUn lugar emblemático de Madrid. Me ha gustado este post. Un abrazo.
ResponderEliminarEntro un segundo por aquí para agradeceros una vez más vuestros comentarios. Pronto las vacaciones finalizan, y también estos post "enlatados" o porgramados.
ResponderEliminarSaludos a todos
Acabo de aparecer en este bonito espacio de internet donde lo cotidiano pasa a ser una obra fotografica. Lo mejor de todo es que sin saber ni como ni por qué, he descubierto cosas de mi ciudad desde otro punto de vista.
ResponderEliminarTe mereces una gran enhorabuena por mi parte. Visitaré este espacio más amenudo porque merece dedicar un tiempo a no visitar, sino degustar este blog.
Un saludo
Joper, yo me pasaría años rebuscando entre todos los puestecillos. A veces, y con paciencia, puedes encontrar hasta las joyas de la corona xDDD Me encanta la segunda foto. Besis
ResponderEliminarMientras sean como estos aunq enlatados, buenos post son..justo el domingo estuve en el rastro y como siempre hasta arriba de gente
ResponderEliminarsalu2
Qué "yuyu", no sabía el por qué del nombre. Me ha encantado este paseo por El Rastro, hace un montón de tiempo que no voy, empezaron a meterme miedo, ten cuidado, hay muchos quinquis, te roban en cuanto de descuidas, etc., etc. y dejé de ir, por lo menos cinco o seis años.
ResponderEliminarVuelvo después a ver lo que me falta, ahora tengo que irme.
Besos.