Siempre le fascinó ver volar a los pájaros, por eso cada diciembre escribía la misma carta: “Queridos Reyes Magos, deseo tener alas”. Pero o no le entendían o no querían escucharle, y los años pasaron, los Reyes no volvieron y su sueño se esfumó. Ayer al levantarse se sintió extraño. Al tocarse la espalda notó algo suave y descubrió dos hermosas alas. Agitó los brazos y se movieron. Subió a la azotea, volvió a batirlas, se asomó al vacío y dio media vuelta. Ya sabía qué se sentía al tener alas; la sensación de volar quedaría para otra ocasión.
P.D. La foto está tomada en la antigua fábrica de cervezas "El Águila"
Brillante...como todos tus relatos Miguel. Un abazo
ResponderEliminarO sea que después de conseguir alas, le dió miedo volar. ¡Pues vaya!
ResponderEliminarBesitos