Tras varios meses de hospitalización recibió el alta. Aunque físicamente estaba bien, psicológicamente la herida seguía abierta. Tardó bastante tiempo en salir a la calle; pero cuando se decidió, el destino hizo que se topara con el salvaje que casi le arrebata la vida por un portátil y calderilla.
Le siguió hasta un callejón. Un adoquín, junto a la rabia acumulada, transformó aquel rostro odiado en una masa deforme y sanguinolenta. De vuelta a casa, saboreando su venganza, se cruzó con un compro-oro y le vio, miró al vendedor ambulante y le vio, observó al taxista y le vio…
Uhm ¡no tengo yo claro eso de que la venganza se sirve en plato frio!!! Besos Miguel
ResponderEliminarSe quedó a gusto, pero luego se arrepintió.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Miguel
Como siempre, interesante. Gracias, Miguel!
ResponderEliminarSólo un instante de satisfacción al sentir que había logrado vengarse, y después toda la vida con la angustia de pensar que se equivocó.
ResponderEliminarDe cualquier forma, la venganza no es buena.
Un beso, Miguel.
Muy bueno este relato corto. ¿Habrá algo de autobiográfico?
ResponderEliminar¡Salud!
Winnie0 en este caso al hombre se le heló la venganza y ya no sabía ni cómo usarla.
ResponderEliminaranapedraza (Miguel) seguro que se quedó a gusto lo que pasa es que me da a mí que no eligió demasiado bien.
Gracias mcarmen por tus palabras.
Irene estoy convencico de que no podrá vivir con el tormento de estar viendo por todos los sitios a su agresor. No le auguro buen futuro.
Romo XIII a día de hoy aún no estoy tan "grillao" por los reveses de la vida, y por suerte tampoco me han atracado como a este probre hombre.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.